Este es el decimotercero de una serie de reportes periódicos que el CEDE publica con un análisis gráfico de la evolución del Covid-19 en Colombia a partir de los datos públicos de salud. El análisis, de Jorge Tovar, lo pueden seguir también con actualizaciones diarias en su cuenta de Twitter @JorgeATovar
Mientras el planeta se ilusiona con las vacunas contra el Covid-19, y la pandemia continua su curso (Figura 1), la histórica frase de Pambelé nuevamente sale a flote: es mejor ser rico que pobre. El BMJ publicó esta semana un artículo donde nos recuerda que el 90% de individuos de 67 países de bajos ingresos tienen muy baja probabilidad de ser vacunados en 2021. Informa, además, que el 53% de las ocho vacunas más promisorias fueron adquiridas por países que representan el 14% de la población mundial[1].
Podemos, por supuesto, desenrollar el discurso del derecho a la igualdad. La realidad es que sean de izquierda, derecha, populistas, totalitarios o demócratas, todo gobierno está centrado actualmente en cubrir las necesidades locales primero. Las del resto es problema de los demás. La igualdad, un bello discurso con infinitos trabajos sobres sus beneficios, en la práctica se abandona cuando se lucha contra un virus de características pandémicas. La vacuna lo demuestra. ¿Qué camino nos queda?
Moderna, productor de una de las dos vacunas que toman la delantera, recibió 2.5 mil millones de dólares del gobierno de los Estados Unidos para desarrollar su producto. De ahí que 100 millones de vacunas serán para los ciudadanos de ese país. Pfizer se negó a aceptar dinero. Invirtió 2 mil millones de dólares de sus accionistas. Ello no impidió que en julio pasado firmase un contrato con el gobierno federal de los Estados Unidos para venderles 100 millones de vacunas por 1.95 mil millones de dólares[2]. Para la siguiente pandemia Colombia podría prepararse invirtiendo en investigación y desarrollo. Para está, debemos reconocer que no somos ricos, que otros invirtieron, pero también hay que entender que no estamos en el vagón de cola, que no somos ya un país de bajos ingresos. Somos un país de ingreso medio. Como tal no deberíamos estar en ese grupo de 67 países que cita del BMJ. Bien trabajado, Colombia debería estar vacunando masivamente en 2021.
Mientras tanto, la Figura 2 envía un mensaje alentador. La letalidad del coronavirus se ha venido disminuyendo a medida que avanza la pandemia. Se mantiene la desigual distribución por edad donde las personas mayores son más propensas a tener un fatal desenlace. En cuanto al diferencial de letalidad por género, este se mantiene para edades superiores a los cincuenta años, pero es mínimo o ha desaparecido en los menores de cuarenta.
La disminución en la letalidad es una gran noticia. Pero puede no servir para mucho si el número de infectados se dispara, como sucedió en Europa. Menor letalidad, contra muchos casos positivos puede conllevar resultados peores que la primera ola. Si en ciudades como Cali se implementa ley seca y toque de queda con una ocupación del 68% por casos de Covid-19, en Bogotá se cancela la ciclovía nocturna pues ya se alcanza una ocupación del 56% (Figura 3).
En resumen, la dificultad para adquirir vacunas en el corto plazo obliga a Colombia a seguir luchando contra el virus como se ha venido haciendo hasta el momento: tapabocas, minimizar las aglomeraciones y poco contacto físico. Las fiestas navideñas son nuestro mayor peligro, pues un pobre manejo de la más tradicional de nuestras tradiciones nos pueden llevar a una cuesta de enero muy dolorosa.
[1]https://www.bmj.com/content/371/bmj.m4809
[2]https://www.nytimes.com/2020/11/21/us/politics/coronavirus-vaccine.html
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