Este es el octavo de una serie de reportes periódicos que el CEDE publica con un análisis gráfico de la evolución del Covid-19 en Colombia a partir de los datos públicos de salud. El análisis, de Jorge Tovar, lo pueden seguir también con actualizaciones diarias en su cuenta de Twitter @JorgeATovar.
La pandemia en Colombia se encuentra en fase descendente. La primera ola es ya parte de nuestra historia. La experiencia internacional, sin embargo, nos sugiere que llegará una segunda ola. Aún, tal como se observa en la Figura 1, no hay atisbos de rebrotes. Tampoco hay evidencia de reversión en la caída revisando información de ocupación de UCIs o de fallecidos. El indicador que nunca pudimos controlar, algo para evaluar en el futuro, es la altísima tasa de positividad, aún hoy por encima del 20%, lejos del 5% que recomendaba la Organización Mundial de la Salud para reabrir la economía.
Ante la, aparentemente, inminente llegada de la nueva ola vale la pena revisar el estado de la tasa de letalidad por grupo de edad. La información que llega de otras latitudes sugiere un cambio en la composición de los enfermos por coronavirus, y una menor letalidad. Sobre lo primero, que estamos evaluando en detalle, aún no hay evidencia sistemática de cambios notorios. Sobre la letalidad, sí hay variaciones que merecen reportarse. La Figura 2 muestra la tasa de letalidad para hombres en la etapa temprana, media y tardía de la pandemia. La tardía, para poder realizar un comparativo detallado, se define hasta agosto.
La tasa de letalidad entre mayo y junio/julio cayó para todos los grupos de edad. Se registra una caída adicional entre estos meses y agosto. A más edad, mayor el retroceso de la tasa de letalidad. La Figura 3 replica el ejercicio para el caso de las mujeres. Siempre con una tasa de letalidad menor para ellas, particularmente notorio a mayor edad, el patrón se mantiene: los efectos mortales del virus son menores en agosto que en meses anteriores.
En resumen, si se considera la tasa de letalidad como indicador del grado de preparación para enfrentar la segunda ola, Colombia parece bien preparada para enfrentarla. Considerando además que buena parte del esfuerzo para fortalecer el sistema de salud (en términos del número de UCIs, por ejemplo), hay razón para enfrentar con relativo optimismo lo que parece inevitable.
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