Existen dos Colombias, o varias. La del centro, donde están las oportunidades laborales, la prestación de servicios públicos es prácticamente universal y la inseguridad se vive principalmente a través del hurto. Las otras Colombias son la periferia, la del Pacífico, Arauca o el Catatumbo o incluso la de Aguablanca en Cali. Las Colombias donde las oportunidades laborales formales son precarias, no se sabe quién es dueño de la tierra, los ingresos no alcanzan para salir de la pobreza, el acceso a energía eléctrica y agua son interrumpidos o no existen, y la violencia se vive día a día en la forma de amenazas de grupos armados ilegales, desplazamiento y asesinatos. La coexistencia de estas Colombias son un ejemplo de las profundas desigualdades sociales, económicas y políticas que existen en nuestro país. Desigualdades que deberían estar en el centro del debate en estas elecciones presidenciales, y, sobre todo, en la agenda de quien sea elegido como nuestro próximo presidente.
La reflexión sobre las desigualdades es hoy más urgente que nunca, pues la pandemia del Covid-19, nos ha hecho de nuevo un país pobre. Según el DANE, el 72,9 % de los hogares colombianos vive en pobreza o gana ingresos bajos e inestables (menos de $2 millones al mes) y solo el 1,7 % de los hogares constituyen la clase alta (ingresos superiores a los $10 millones mensuales). A la crisis del Covid-19 se suma el aumento de los precios, sobre todo de los alimentos, golpeando especialmente a los más vulnerables. ¿Qué hará nuestro próximo presidente para reducir estas desigualdades? ¿Son suficientes los programas de renta básica como el Ingreso Solidario?
¿Qué cambios debería (o no) hacer el próximo presidente en materia de impuestos? Esta pregunta es también clave pues una de las principales herramientas que tiene un país para reducir la desigualdad de ingresos son precisamente los impuestos. Sin embargo, nuestro sistema tributario es inequitativo en varias medidas. Por un lado, personas o empresas en idénticas condiciones terminan pagando impuestos muy diferentes, entre otros, como resultado de la abundancia de beneficios tributarios, de la evasión y de la elusión. Por otro lado, cobrando mucho más a las empresas que a las personas, los impuestos y transferencias hacen poco por mitigar la mala distribución de ingresos.
Al hablar de desigualdades, no podemos dejar a un lado las de género, las cuáles atraviesan muchas otras formas de desigualdad: el género afecta nuestras posibilidades de tener ingresos, de participar en política, e incluso, de no ser maltratadas física y emocionalmente. En este tema, las cifras son también alarmantes. Según ONU Mujeres, antes de la pandemia, el 33,3% de las mujeres colombianas de entre 15 y 49 años había experimentado violencia física y/o sexual al menos una vez en la vida. Durante la pandemia, este porcentaje aumentó al 63 %. La violencia contra personas de identidades de género y orientaciones sexuales diversas es igualmente preocupante: Colombia ocupa el primer puesto en América Latina y el Caribe en homicidios a personas LGBTI+.
Y por supuesto, otro de los aspectos donde más se evidencian las desigualdades de género es en el mundo laboral. De acuerdo con las cifras del DANE, la tasa de desempleo de las mujeres es 6 puntos mayor que la de los hombres. A esta situación se suman las desigualdades que resultan de la sobrecarga de labores del cuidado que asumen las mujeres colombianas: dedicando ocho horas diarias a las labores de cuidado, mientras que los hombres dedican tres horas. Esta carga, no reconocida y no remunerada, significa que las mujeres tienen menos tiempo para el descanso, el autocuidado, y también, para trabajar y generar ingresos. ¿Qué hará nuestro próximo presidente para reducir las desigualdades de género? ¿Cómo reducirá el desempleo de las mujeres, aportará a la economía del cuidado y eliminará las formas diversas de violencia que existen?
En últimas, al hablar de desigualdades, las que más deberían importarnos son las desigualdades de oportunidades. Es decir, las desigualdades que hacen que las personas no puedan elegir ni lograr el proyecto de vida que quisieran. Como se afirma comúnmente, una de las principales maneras de tener igualdad de oportunidades, es la educación. Sin embargo, en Colombia tenemos un sistema educativo desigual, que replica las desigualdades, y que no genera suficientes oportunidades ni de empleo, ni de movilidad social. Precisamente, esta falta de oportunidades fue una de las causas que llevó a los jóvenes colombianos a movilizarse masivamente el año pasado. ¿Qué propone el próximo presidente para generar oportunidades entre los jóvenes colombianos que hoy se encuentran sin trabajo ni oportunidades?
Como ya lo mencionamos, es urgente que planteemos preguntas en torno a las desigualdades en Colombia. Preguntas que deberían estar en el centro del debate no solo de las elecciones, sino también del programa de gobierno de quien sea elegido como nuestro próximo presidente. Por este motivo, profesore/as y estudiantes de la Universidad de los Andes y del London School of Economics (incluyendo la Facultad de Economía, el Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE), el Gender, Justice, and Security Hub y la agrupación editorial de estudiantes EnDeuda), la organización Re-Imaginemos, la organización Dejusticia y el periódico El Espectador nos unimos para organizar un debate presidencial sobre desigualdad en Colombia. Al no haber conseguido la asistencia de los candidatos, dejamos nuestras preguntas aquí como insumo para el debate público.
Angelika Rettberg, co-directora Gender, Justice, and Security Hub Universidad de Los Andes y London School of Economics.
Fidel Cano, director del periódico El Espectador.
Allison Benson H, coordinadora general Re-imaginemos.
Leopoldo Fergusson, director del Centro de Estudios Sobre Desarrollo Económico – CEDE de la Facultad de Economía de la Universidad de Los Andes.
Vivian Newman, directora del Centro de Estudios en Derecho, Justicia y Sociedad – Dejusticia.