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La reivindicación del estudiante (de Economía)
Thomas Herndon está teniendo sus 15 minutos de fama entre los economistas. El haber encontrado varios errores en el más reciente trabajo de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff -trabajo famosísimo que dio pie a la justificación por parte de algunas facciones políticas de las medidas de austeridad- le ha llevado al centro de una discusión en la que se empieza a cuestionar la relación entre los economistas, la política y los medios.
Thomas Herndon es, a simple vista, un estudiante aplicado. Amable, descomplicado, apasionado por la Economía, agradecido por lo que considera una suerte enorme y con posiciones políticas claras, este estudiante visitó por primera vez a Bogotá y pasó un día en la Facultad de Economía contándonos sobre su experiencia como aquel que descubrió el error en el umbral del 90% de Reinhart y Rogoff. Como cualquier estudiante de doctorado, Herndon tiene unos puntos de vista particulares y una opinión en construcción sobre el papel de la Economía en la sociedad. Es un estudiante y su reciente fama no le quita eso. Ha recibido ofertas de algunas instituciones importantes, pero como no ha acabado su tesis, está “fuera del mercado”. Lo que su fama sí le ha dado es una especie de plataforma para reivindicar el papel del economista. Sucede que los estudiantes de Economía, como los economistas profesionales y académicos, ahora tienen mala fama. Se los ve como personajes apartados de la realidad y que poco entienden de los problemas sociales. Sin embargo, Herndon muestra todo lo contrario. Sabe que la Economía tiene repercusiones claras sobre la vida de miles de personas y sabe que los estudios económicos, directa o indirectamente, pueden alterar, para bien o para mal, su calidad de vida. Está convencido de que su mayor aporte no ha sido tanto señalar el error sino volver a abrir la discusión sobre la conveniencia de las políticas de austeridad. Traer a la luz argumentos y discusiones que parecían haber quedado enterrados y cuestionar la existencia de un único camino a seguir para salir de esta crisis o de cualquiera. Poner en duda que existen las recetas pre-hechas y la idea de que el tamaño único le sirve a todos. Entender eso fue, entre otras muchas cosas –unas intencionales, otras no-, la razón por la que se fijó en el estudio de Reinhart y Rogoff.
La historia detrás de Herndon y el trabajo de Reinhart y Rogoff, “Growth in a Time of Debt”, es esta: el estudio, publicado a principios del 2010, concluía que si la deuda –como porcentaje del PIB- superaba el 90% la tasa media de crecimiento se reducía inevitablemente, llegando incluso a valores negativos. Es decir, el umbral fatídico del 90% llevaba a la economía a la crisis y la recesión. El dato, un número tan preciso y fácil de aceptar, fue recibido con brazos abiertos por los políticos conservadores, ya que justificaba la puesta en práctica de políticas de austeridad, políticas que ellos veían como las más adecuadas en tiempos de crisis. Tres años después, Thomas Herndon decide, como trabajo en su clase de econometría aplicada avanzada en la Universidad de Amherst, replicar el tan citado estudio de Reinhart y Rogoff. Decide hacerlo por la simplicidad del estudio y porque cuestionaba, a priori, sus conclusiones. Le parecía que las políticas de austeridad no habían traído las consecuencias esperadas y que, por el contrario, habían contribuido a empeorar la situación de muchos estadounidenses y europeos. Después de meses de intentos para replicar los resultados del trabajo sin éxito, que lo llevaron a cuestionar sus propios resultados porque no podía encontrar el famoso umbral, Reinhart y Rogoff le enviaron el archivo de Excel con los datos que ellos habían utilizado. Al revisar el archivo encuentra que la pareja de economistas de Harvard había cometido errores básicos en su manejo de datos en Excel.
Los errores, si no fueran de este trabajo específico, se hubieran quedado en la vergüenza frente a un par de colegas. Sin embargo, por la carga política de sus conclusiones y el momento en que surgieron, el trabajo –y, específicamente, el gran 90%- ha sido uno de los más citado en los debates sobre la gran crisis de los últimos años. Políticos (como Paul Ryan), periodistas (del Washington Post) y muchos más asumieron que el 90% era un número incuestionable. 90% es una cifra fácil de recordar y con una alta significancia histórica porque muchos países se estaban acercando al umbral. En la vasta literatura sobre la relación entre deuda y crecimiento no se encuentran muchos estudios respaldando de manera fuerte e inequívoca las políticas de austeridad. Con excepción de éste.
Es claro que las políticas de austeridad no salieron de este único estudio de dos economistas. Y si se deben aplicar o no medidas de austeridad es una discusión mucho más extensa y a la que ni Reinhart ni Rogoff ni Herndon tienen una respuesta clara. Lo que sí vale la pena discutir, y que Herndon he encontrado interesante en su camino a la fama académica, es el papel de los políticos y los medios frente a los estudios económicos. La relación que existe entre las políticas públicas y la investigación es una relación complicada, una relación que está marcada tanto por la intención, en general, objetiva del investigador y la intención de quienes aplican las políticas. Y tal como Herndon lo dice, “nos gustaría creer que nosotros sólo hacemos investigaciones muy buenas y que los responsables de las políticas las leen y basan sus decisiones en ellas”. Pero, en realidad, no es la descripción más exacta. Hay agendas políticas que esperan nutrirse de algún estudio que apoye sus ideas. Y no sólo en Economía sino en todas las ciencias –naturales y sociales-. Así funciona la política, con intenciones. Y es muy difícil cambiar la forma como se actúa en espacios políticos. De modo que lo que Herndon sugiere es cambiar la forma como actúa la Economía procurando seguir más el ejemplo de las ciencias naturales donde se revisan y replican las investigaciones, sin importar el estatus del autor o la simplicidad de su trabajo. Que los autores de un estudio sean profesores de Harvard no garantiza nada. Como ejemplo, Reinhart y Rogoff. “Todos deberíamos cuestionar todo” dice, “el espíritu crítico es el motor de la ciencia y es una falacia lógica utilizar argumentos de autoridad.
Y la relación con los medios es igual de compleja; para Herndon, la relación depende de “lo que los medios creen que es relevante y la forma en que enmarcan los problemas”. Por eso una de las lecciones de esta experiencia para Herndon es la importancia de comunicarse efectivamente con los medios para transmitir un mensaje simple, claro, preciso, y que le permita a la academia relacionarse con la gente. Y, por cierto, esos juicios de los medios y los políticos fueron los que, en el caso de Reinhart y Rogoff, llevaron a un error más allá de lo que debía llegar. Su recomendación: “deberíamos ser honestos sobre nuestras influencias políticas” porque siempre hay un lado político a la economía. Así el trabajo estadístico que hagan los economistas sea independiente de estas influencias, las elecciones y decisiones de investigación siempre estarán marcadas por ellas.
A la larga, lo que le importa a Thomas Herndon –además de aprender español y terminar su tesis- es el dolor y el sufrimiento. "Pain and suffering". Eso es lo que Herndon ve en algunas políticas que dicen encaminan a mejores tasas de crecimiento y, en un futuro, a mejores índices económicos. Antes de aplicar políticas, porque han funcionado en algún momento, en algún lugar o porque lo insinúa un estudio, es necesario revisar a fondo el contexto en que están inmersas. Al menos eso es lo que sugiere este estudiante.