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El gobierno de las ‘pifias’

Los costos del desgobierno son cuantiosos y afectan el bienestar de la población.

En el lenguaje coloquial bogotano, las “pifias” son las metidas de pata o las embarradas que cometen las personas. En el Diccionario de la Real Academia Española, la pifia es “el golpe falso que se da con el taco en la bola de billar”.
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Pues bien, si algo caracteriza a este gobierno –con especial intensidad en lo corrido del nuevo año– son las pifias. Tantas que se va perdiendo la cuenta. Los hay por todos lados: ¿qué tal la de perder la sede de los XX Juegos Panamericanos en Barranquilla por la física incapacidad del Gobierno de cumplir con unos pagos a los cuales estaba comprometido desde 2021? Y ¿qué tal la pifia inexcusable que haber dejado vencer un poco más de un millón de vacunas contra el covid por la desidia del Ministerio de Salud, que estuvieron almacenadas mientras se expedía una resolución que autorizara su distribución a las entidades territoriales?
No hay derecho. Los costos sociales y económicos del desgobierno son cuantiosos y afectan el bienestar de la población (en especial de niños y viejos en el caso de las vacunas) y el de las regiones (en el caso de los Juegos Panamericanos). No puede ser que por animadversión política contra Barranquilla o por la ligereza de un ministro que cree que con las vacunas contra el covid se experimentó con los colombianos, se actúe tan arbitrariamente. ¿O será, simplemente, incapacidad para gobernar?

Pensé a principios del mes que esta propuesta era un “globo” de año nuevo lanzado por el Presidente que se quemaría pronto y no volaría.

La pifia económica de la semana anterior corrió por cuenta del documento divulgado por el Ministerio de Hacienda en el cual se afirmó que las utilidades de las empresas habían sido las mayores aportantes a la elevación de la inflación desde finales de 2021.
Los analistas de Fedesarrollo y de Anif han abundado ya en explicar los errores de la nota de los funcionarios del Ministerio. Que pasó olímpicamente por encima de los desequilibrios entre la demanda y la oferta agregadas de la economía generadas por la expansión fiscal y monetaria para superar la enrome contracción del PIB en 2020 como consecuencia de la pandemia. Lo mismo que por las disrupciones en las cadenas de suministro y en la importación de insumos, resultado de la misma pandemia y de la guerra Rusia-Ucrania el año pasado. No quiero pensar en que un grupo de economistas jóvenes, bien formados técnicamente, se estén contaminando del sesgo ideológico de este gobierno que, además, podría dar lugar a la adopción de medidas contra la inflación como el control de los precios con funestas consecuencias sobre la producción, la inversión y el empleo.
La pifia económica de esta semana superó las anteriores. Tuvo también como protagonista al ministro de Salud, quien declaró vehemente, burda y destempladamente que si se quería resolver el problema financiero del sistema de salud era necesaria una reforma tributaria para que “los empresarios paguen lo que han dejado de pagar”, y lanzó una diatriba contra las EPS y el neoliberalismo. Una manifestación tan en contravía de las verdaderas intenciones del Gobierno que el ministro de Hacienda consideró que lo procedente era “dejar divagar” al de Salud y que la reforma que se está proponiendo “es solamente para ajustar la tarifa del impuesto de renta corporativa y no para aumentar los ingresos”.
A propósito, pensé a principios del mes que esta propuesta era un “globo” de año nuevo lanzado por el Presidente que se quemaría pronto y no volaría. Ahora, a juzgar por el comentario del ministro Bonilla, parece que el globo sigue vivo y podría convertirse en otra gran pifia porque, para compensar la reducción del impuesto a las empresas, se requeriría tal incremento de la tarifa para las personas naturales que terminaría por ahorcarlas.
Presidente: ¡las pifias son las que no lo dejan gobernar!
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