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Los colombianos necesitan el progreso

Para progresar es indispensable que la economía adquiera un ritmo alto de crecimiento.

Difícil detectar el estado de ánimo de los colombianos al iniciarse el nuevo año. Parece sentirse una mezcla de sensaciones contradictoria: buenos deseos, incertidumbre, ganas de hacer cosas, miedo, pesimismo, indignación y algo de esperanza en que el año podría ir bien a pesar de tantas dificultades y problemas. Es, tal vez, la relajación de los espíritus y el contacto con la naturaleza, que refuerza la creencia en las fortalezas de Colombia.
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Recorriendo unos pocos kilómetros por el centro del país se tiene la impresión de que lo que las gentes quieren y el país necesita es progresar. Se perciben actividad, emprendimiento, energía, congestión de tráfico, negocios nuevos, pueblos en movimiento. En fin. Como si faltara encauzar a la población al desarrollo: hacia la conformación de una sociedad con mejor calidad de vida, con menos tropiezos para existir, con mayores ingresos y mayor bienestar de todos. Una sociedad que avance con rapidez y no pierda el tiempo en discusiones inútiles y sin propósito.
Las preguntas serían: ¿por qué no empujar en esa dirección desde los gobiernos, las empresas, los trabajadores, los dirigentes políticos y sociales, las universidades, los intelectuales, entre otros? ¿Será que estamos atascados en el tiempo y sin saber para dónde ir? ¿No nos cabe una responsabilidad a todos por la incapacidad para progresar?

Mientras el Presidente y sus colaboradores no crean en la capacidad del sector privado y de las empresas para generar el progreso de los colombianos, es imposible salir del atasco.

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En las lecturas del fin de año cayó en mis manos una entrevista de la española Adela Cortina –una maravillosa académica en asuntos de ética y filosofía política– en la que transmite su convicción de que es posible construir en el mundo sociedades más justas siempre que no nos quedemos “atenazados, impotentes ante el sufrimiento, conformes ante lo que parece ser un destino implacable, en vez de buscar caminos que aumenten la libertad”. Para lograrlo habría que dejar de lado el esquema simplista de “amigo/enemigo que afecta las relaciones humanas, las del propio país y las internacionales”. Lo comprobamos en las guerras, en las tensiones globales y en todos los aspectos de la vida actual de las sociedades. ¡Ni qué decir del caso de Colombia! Aquí se está “a favor o en contra” en cualquier tema.
Aunque la responsabilidad para superar la situación que vivimos es de la sociedad entera, la del Gobierno y los dirigentes de la política y la economía es inmensa. Mientras el Presidente y sus colaboradores no crean en la capacidad del sector privado y de las empresas para generar el progreso de los colombianos, es imposible salir del atasco. Como lo afirma la señora Cortina:
“Las empresas tienen en estos momentos una especial responsabilidad para hacer posible una sociedad más justa, local y global. Son ellas las que pueden generar mayor riqueza, proveernos de productos y servicios en un momento tan complicado como este, crear puestos de trabajo dignamente remunerados... Es preciso acabar con esa perniciosa ideología que se empeña en enfrentar a la ciudadanía con las empresas, cuando lo cierto es que empresarios, trabajadores, consumidores y proveedores son sociedad civil. Y es especial, ir construyendo un ‘nosotros’.
Insisto en que lo que necesita la población es el progreso. Y que para progresar es indispensable que la economía adquiera un ritmo alto de crecimiento, para lo cual se requiere la inversión tanto privada como pública en un entorno amigable, con reglas de juego claras y estables. No nos podemos conformar con crecimientos del 2 por ciento por año, como los que se avizoran para el futuro. Solo así los colombianos querrán vivir en Colombia en vez de emigrar, por cualquier medio, a buscar mejor destino en el exterior ante la falta de oportunidades para progresar en su propio país.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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