En su más reciente reporte, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) indica que 39,2 % de la  población del país es pobre. Esa cifra es difícil de contener a la luz de una inflación rampante. Foto: Getty Images.
En su más reciente reporte, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) indica que 39,2 % de la población del país es pobre. Esa cifra es difícil de contener a la luz de una inflación rampante. Foto: Getty Images.
21 de Abril de 2023
Por:
Juan Camilo Restrepo*

Ese país vive una penosa contradicción: la del potencial de su riqueza territorial y cultural a la sombra de un mal crecimiento económico. El corazón del problema parece estar en un gasto público desmedido que, además, está financiado por la vía errada.

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El rompecabezas financiero de Argentina

“Perdoná que al evocarte se me vierta un lagrimón…”. Del tango Melodía de arrabal

AUNQUE EN LA FAMOSA ópera Evita pide: “No llores por mi Argentina”, lo que está sucediendo por estos días con la economía del país austral merece al menos un lagrimón como en el conocido tango. Quizás no haya ningún país que haya suscitado tantas hipótesis sobre la contradicción entre su riqueza y su permanente mal crecimiento económico. El mes pasado, la inflación interanual sobrepasó el 100 %, y los pronósticos de crecimiento para el año en curso fluctúan entre -3 % y -5 %.

Y todo esto en un país que cuenta con un capital humano excelente, con unas de las tierras más fértiles del planeta como es la pampa húmeda, y con recursos naturales abundantes. ¿Cómo entender la paradoja de una Argentina rica, pero con una economía salida de control?

Una de las hipótesis más plausibles para explicar este sorprendente contrasentido parece estar en el manejo verdaderamente delirante que en la Argentina se le ha dado al gasto público. Un artículo reciente del historiador económico Pablo Gerchunoff, publicado en La Nación el pasado 18 de marzo, explica cómo el gasto público total consolidado —nación, provincias, municipios— fue de 29 % del PIB en 1980 y luego llegó a 44 % en 2015, cuando Cristina Kirchner completó su segunda presidencia.

El real problema no ha sido, sin embargo, cuánto ha crecido el gasto público, sino cómo se ha financiado. El autor que hemos mencionado indica lo siguiente: “¿Cómo se financió esa audacia desesperada que tenía como norte una reparación social, que se extendió también a sectores medios golpeados desde aquellos años setenta por sucesivas crisis? Primero digamos cómo ‘no’ se financió. No lo hizo por la vía del endeudamiento externo, porque desde la debacle de 2001 la Argentina vivía en default y por lo tanto fuera de los mercados internacionales de capitales. Tampoco lo hizo por la vía de un mercado de capitales en pesos porque, a diferencia de casi todos los países de la región, el kirchnerismo resucitó —desde 2005 y por diversos mecanismos— una inflación que ya estaba dominada; y canceló de ese modo la posibilidad de robustecer el crédito local a largo plazo y apelar a él como política soberana”.

La Argentina ha estado aislada del mercado global de crédito por casi 15 años y solo hasta ahora, tímidamente, empieza a normalizar sus relaciones con la banca internacional a partir del acuerdo con el FMI que se ha concretado por estos días. El crédito externo no ha servido para financiar la masa gigantesca de gasto público que está en marcha.


"Gran parte de la inflación es autoconstruida, está en la cabeza de la gente", dijo el presidente Alberto Fernández en un panel televisado, en enero. Abundaron las reacciones adversas.

No ha sido de utilidad la política fiscal que con tasas prohibitivas ha generado más evasión que recaudo. El caso de la tributación sobre el agro es muy diciente. Allí lo llaman “retenciones”. Y consiste, simple y llanamente, en agobiar con tributos aquellos productos que como la carne, la soya y el maíz son muy competitivos. Esto ha llevado a que el ánimo exportador agroindustrial de la Argentina haya decaído con intensidad.

Tampoco ha resultado de provecho un control administrativo directo que, sobre más de 1.500 ítems de la canasta básica, se aplica a los principales productos demandados por los consumidores. Quien quiera ver en vivo y en directo cómo fracasan los controles administrativos de precios cuando la inflación se desboca, le basta echar una mirada a la Argentina de los últimos años.

"Es uno de los pocos países donde la independencia del Banco Central no está aún claramente establecida".

El Banco Central de la Argentina sigue financiando con créditos de emisión de gasto público. Y dichos créditos valen más que el recaudo de impuestos; estos son insuficientes para pagar los programas de gastos. A la Argentina le ha quedado entonces disponible el tóxico mecanismo de financiar su desmedida carrera hacia un mayor gasto público abriendo las ventanillas de crédito del Banco Central. Es decir, a través del crédito inflacionario y peligroso de su banco emisor. Ese país es uno de los pocos que quedan donde la independencia del Banco Central no está aún claramente establecida. De allí que una parte importante del presupuesto de gastos se termina financiando, por uno u otro camino, a través de créditos del instituto emisor: el mejor abono para que la inflación florezca.

Todo este desbarajuste inflacionario le ha impedido al país austral llegar a un manejo razonable de la situación cambiaria. Existen cambios múltiples que dificultan la toma racional de decisiones. Es por eso que hoy en día la Argentina se ha convertido también en un oasis para el turismo internacional, que se beneficia de las tasas de cambio más favorables y que está fluyendo con entusiasmo en este momento en busca de las magníficas posibilidades que a los viajeros extranjeros ofrece un país como ese.

Se acercan las próximas elecciones, que tendrán lugar el año entrante. Este será el escenario natural para que se enfrenten dos escuelas económicas. La primera, la que propicia la continuidad del populismo y del gasto público desenfrenado, y sobre todo mal financiado. Y la segunda, la que invoca un retorno a la seriedad y a la austeridad. La que hace un llamado para cerrar las ventanillas inflacionarias del Banco Central y suprimir las expropiatorias imposiciones que hoy gravitan sobre el sector agropecuario.

¿Cuál de las dos triunfará? Ojalá sea la segunda: la nación y el pueblo argentino, hoy sumido en una agobiante pobreza atizada por la inflación desbordada, merecen que se impongan la seriedad y el antipopulismo en su manejo económico.

* Exministro de Hacienda, de Agricultura y de Minas y Energía


Una cadena de déficits

Por David Pérez-Reyna, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.

Hasta mediados del siglo XX, Argentina era una de las 10 economías más ricas del mundo. Pero en el siglo XXI, ese país no ha figurado siquiera entre las primera 50, en ningún año. ¿Por qué dejó de ser esa potencia económica? Francisco Buera y Juan Pablo Nicolini ofrecen una respuesta en su análisis de la historia de la política fiscal y monetaria de Argentina desde 1960 hasta 2017: siguiendo el marco teórico propuesto por el premio nobel de economía Thomas Sargent, Buera y Nicolini plantean que la causa de todos los males ha sido una incapacidad del Estado argentino por recaudar impuestos suficientes para cubrir sus gastos. Estos déficits grandes se han traducido en inflaciones persistentes que han causado alta volatilidad macroeconómica, y esto se ha traducido en mal desempeño económico.

Dada la necesidad de obtener recursos para compensar la diferencia entre los ingresos y los gastos de los gobiernos de turno, y en ausencia de la posibilidad de poder pedir recursos prestados, Argentina ha tenido que recurrir a imprimir billetes, cosa que ha llevado a la inflación, independientemente de los repetidos intentos por controlar precios.

“Eventos globales también han impedido que Argentina corrija el rumbo”

No obstante, el irregular desempeño económico argentino no se debe exclusivamente a malas políticas. En por lo menos dos ocasiones en los 60 años más recientes, el país trató de corregir su rumbo y, en ambos casos, eventos globales impidieron un buen desenlace. A finales de los setenta se abrió a los mercados internacionales con el fin de dejar de depender exclusivamente de imprimir billetes para poder financiar su déficit fiscal. Esto permitió que la inflación empezara a caer. Pero las condiciones internacionales cambiaron a comienzos de los ochenta y, junto con varios países de América Latina, Argentina entró en cesación de pagos y se volvieron a cerrar los mercados internacionales. Además, la sucesiva crisis económica implicó un aumento en los déficits que solo pudo ser financiado emitiendo billetes y desembocó en hiperinflacion.

Algo similar ocurrió en la década de los noventa: Argentina, en términos prácticos, se dolarizó con el fin de evitar que se pudiera imprimir billetes para financiar sus déficits. Adicionalmente, estos últimos disminuyeron y por varios años tuvo superávits. Pero, al igual que varios países emergentes, sufrió una reversión en sus flujos de capital a finales de los noventa, que desembocó en el fin de la dolarización.