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El desafío de los tres años por venir

Petro cree que su prédica es capaz de modificar la realidad. Estamos presenciando lo contrario.

El presidente Petro propone, cada vez con mayor frecuencia, una serie de iniciativas de cambio económico, social y político alrededor de las cuales quienes no las compartimos no podemos permanecer en silencio.
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No se trata de hacer oposición por hacer oposición. Se trata de lanzar ideas diferentes y, ojalá, de construir lo que ahora llaman una narrativa que pueda contraponerse a la del Presidente. Competir por unas ideas enfocadas a aumentar el bienestar de la población por vías distintas a las de su gobierno. Aquellas de cambiar lo que requiere cambios, sin arrasar con lo que se ha logrado en Colombia a lo largo de 200 años. Porque no todo ha sido malo, ni se hizo en beneficio de unos pocos privilegiados.

Ahora la política, en su sentido más amplio, debe construirla, desde ya, para ofrecerla a los colombianos dentro de tres años y recuperar un país que va a quedar muy maltrecho.

Analizar la manera de pensar y de actuar del gobernante es de la esencia en un sistema democrático en el cual la libertad de pensamiento y de expresión es fundamental. De hecho, el Presidente usó esa libertad a su paso por el Legislativo, por la Alcaldía de Bogotá, y en la campaña por la Presidencia. Si bien ganó la elección, el margen no le permite considerar que recibió el mandato de los colombianos para proceder como le venga en gana, sin considerar a la mitad de las personas que no votó por él.
Petro triunfó en un momento muy complejo del país. La pandemia había sacado a la luz problemas que venían de tiempo atrás sin resolverse. La informalidad laboral, el desempleo de las mujeres y los jóvenes, y la pobreza, entre otros. El gobierno Duque no había mostrado un camino hacia el futuro después del Acuerdo con las Farc de 2016. Los paros de 2021 y los bloqueos caldearon el ambiente. La economía rebotó espectacularmente, pero con un costo en términos de inflación. La narrativa en contra de los dirigentes y la injusta descalificación de la historia republicana calaron entre las gentes.
Los competidores no generaron una alternativa que convenciera a los votantes. Ahora la política, en su sentido más amplio, debe construirla, desde ya, para ofrecerla a los colombianos dentro de tres años y recuperar un país que va a quedar muy maltrecho.
Como presidente, Petro cree que su incesante prédica es capaz de modificar la realidad. Estamos presenciando, sin embargo, lo contrario. En vez de gobernar para resolver los problemas –la inseguridad o la caída de la inversión pública y privada, por ejemplo–, estos se han agravado y no prometen nada bueno.
* * * *
En su libro reciente, el chileno Sebastián Edwards afirma que en su país los partidarios del modelo económico liberal, promercado, perdieron la guerra de las ideas frente a un candidato de la izquierda que prometía terminar con el neoliberalismo. A pesar de que Chile era el país estrella en América Latina, de que la pobreza se había reducido al 8 por ciento de la población y de que los gobiernos democráticos de los últimos treinta años habían moderado los extremos del modelo económico. Los dirigentes se durmieron sobre sus laureles y fracasaron en promover una narrativa persuasiva.
El caso colombiano es muy diferente al chileno. Si bien en economía se han aplicado ideas liberales para asegurar la estabilidad, el Estado aumentó su tamaño a partir de la Constitución de 1991 y, con todo y el incremento de la tributación y del gasto público, no se han logrado derrotar la pobreza y la desigualdad. La economía continúa siendo cerrada al exterior y no ha sido posible diversificar la base exportadora. Y la corrupción irriga dinero por todos los canales, como lo comprobamos con angustia todos los días.
El desafío que tenemos por delante es dar la pelea por las ideas y generar una narrativa que se contraponga, con visión de futuro y altura intelectual, a la prédica presidencial.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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