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¿El fin del neoliberalismo?*

En Colombia ha habido desde hace muchos años interés por la distribución del ingreso.

El economista chileno y buen amigo de Colombia Sebastián Edwards terminó con una nota pesimista su más reciente y estupendo libro sobre la historia económica de su país, y el papel jugado en ella por los economistas formados en la Universidad de Chicago a partir de los años sesenta del siglo pasado.
(También le puede interesar: Incertidumbre, ideología y gobernabilidad)
Aunque es imposible predecir el futuro, “creería”, escribe Edwards, “que Chile se va a alejar de los mercados y de la competencia en los años por venir, sin convertirse en una economía excesivamente regulada, dominada por empresas estatales, pero lejos, de todas maneras, del modelo implantado por los ‘Chicago Boys’ durante la dictadura de Pinochet y refinado por los gobiernos de la Concertación a partir de 1990”. Es posible que en veinte años Chile deje de ser la estrella económica para colocarse en el promedio de los países de América Latina.
En el libro se recuerdan los orígenes del odiado neoliberalismo en los años treinta del siglo XX, cuando un grupo de intelectuales y economistas, preocupados por el ascenso de regímenes autoritarios y colectivistas en Europa, consideraron que, para salvar la democracia como régimen político, era necesario reformar el liberalismo del siglo XIX –el del laissez-faire– que había generado los conflictos políticos que dieron lugar al surgimiento del comunismo, el fascismo y el nacionalsocialismo.

La experiencia chilena confirma que la distribución del ingreso y la desigualdad social son importantes para el orden político y para el progreso

La prioridad otorgada al funcionamiento de los mercados sobre el del Estado para lograr objetivos de política pública, económicos y sociales –el neoliberalismo– se aplicó en Chile en su versión más extrema al comienzo de la dictadura y en la más pragmática entre 1990 y 2022. Con fracasos terribles, como el del manejo de la crisis económica de 1982, que trajo a mi mente el éxito del manejo de la colombiana, muy diferente al de la chilena precisamente por la ausencia de sesgos ideológicos.
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En los últimos capítulos del libro, Edwards se refiere a la “revuelta” de octubre de 2019 y a sus consecuencias. Entre estas, la de avanzar, sin resultado hasta el momento, en la expedición de una nueva Constitución, bajo el gobierno de extrema izquierda que triunfó en las elecciones de 2021 con la bandera de poner fin al neoliberalismo.
El autor lamenta profundamente el estallido de la protesta por la violencia y el daño causado al debate político, pero aprovecha para evaluar la trayectoria económica, social y política de Chile y reflexionar sobre las causas del desencanto de los chilenos con el régimen vigente en los últimos cincuenta años. Su conclusión se resume en dos palabras: “éxito” y “negligencia” (success and neglect, en inglés).
“Éxito” por cuanto la economía chilena creció a las altas tasas y logró reducir la pobreza a un índice inferior al 10 %, cifra que debería generar envidia en el resto de la región. En 2018 el producto interno per cápita de Chile –medido en términos comparables– fue de US$ 23.000, cuando el de México fue de US$ 18.000 y el de Colombia de US$ 13.600. “Negligencia” por haber olvidado la desigualdad. Se creyó que, si se reducía la pobreza, con programas sociales bien diseñados y enfocados, no había necesidad de preocuparse por las desigualdades.
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La experiencia chilena confirma que la distribución del ingreso y la desigualdad social son importantes para el orden político y para el progreso social. En Colombia ha habido desde hace muchos años interés entre los políticos y los economistas por la distribución del ingreso y por la equidad. Con avances y retrocesos, pero sobre todo sin ideología y con pragmatismo en el manejo de la economía. Algo que deberíamos defender a toda costa.
* The Chile Project, The Story of the Chicago Boys and the Downfall of Neoliberalism. Princeton University Press, 2023.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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