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Incertidumbre, ideología y gobernabilidad

El semestre terminó mal. La pregunta es qué viene ahora. ¿Para dónde va Petro?

Hace hoy seis meses era bien sabido que la economía se iba a desacelerar durante el nuevo año después del gran rebote de su crecimiento, posterior a la pandemia de 2020. La inflación y la inevitable alza de las tasas de interés impactarían el gasto de los hogares, que había sido el motor de la demanda agregada. Así lo indicaban las proyecciones del Gobierno y de los analistas privados.
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No iba a ser un año fácil. En condiciones políticas ‘normales’, al Gobierno le correspondía asegurar un entorno de estabilidad para estimular la inversión privada y lograr que la pública facilitara el desarrollo de las actividades productivas.
Eso no ocurrió. Por el contrario: la incertidumbre fue la nota predominante de los últimos seis meses y atentó contra la inversión. Fue clara, además, la animadversión hacia el sector privado. Y la improvisación y el descuido de la gestión pública condujeron a la muy baja ejecución del gasto gubernamental, ni obstante contar con los recursos fiscales para llevarla a cabo.
No sorprende, por tanto, que el Indicador de Seguimiento de la Economía, el ISE, arrojara cifras negativas en el mes de abril. La caída del crecimiento fue mayor que la esperada porque el Gobierno la profundizó al enrarecer el ambiente político, romper la coalición y empeñarse en tramitar, a las malas, sus reformas. Tampoco sorprendería que la inversión hubiera caído durante el semestre, como seguramente van a mostrarlo las estadísticas. Y sin inversión privada y pública no hay crecimiento económico ni presente ni futuro, lo cual impedirá lograr un mayor bienestar de la población.
Como escribió Carlos Granés, el Gobierno “ganó pureza ideológica y perdió gobernabilidad”.

La caída del crecimiento fue mayor que la esperada porque el Gobierno la profundizó al enrarecer el ambiente político, romper la coalición y empeñarse en tramitar, a las malas, sus reformas.

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El semestre terminó mal. La pregunta es qué viene ahora. ¿Para dónde va Petro? Por las declaraciones de los políticos, parecería que hay la intención de “volver a los acuerdos políticos”, recomponer las mayorías en el Congreso y tramitar unas reformas maltrechas en la legislatura que finalizó la semana pasada. Un escenario iluso. Esas relaciones se deterioraron después de lo sucedido desde marzo al iniciarse la segunda parte de la legislatura. A juzgar por el aislamiento y la viajadera del Presidente, y el que la ministra del Trabajo se encontrara en España mientras se debatía la reforma laboral en la comisión de la Cámara de Representantes, el propio Gobierno habría perdido el interés en la aprobación de sus proyectos de ley por el Congreso.
El Presidente debería generar nuevas condiciones de gobernabilidad. La ‘calle’ no parece favorecerlo en la actualidad y las encuestas marcan una baja en su popularidad. Su traslado a las regiones para tratar de resolver agobiantes problemas locales responde a la búsqueda de apoyo popular y electoral para octubre.
La otra puerta de la gobernabilidad serían los pactos con los grupos al margen de la ley –la paz total–. En particular, el acuerdo con el Eln para concertar, como lo afirmó Luis Felipe Henao en su columna de este diario (‘Negociación con el Eln: plan B de Petro’, 26/6/2023, p. 1.14), “un cambio en el modelo de desarrollo citando expresamente que lo más importante es la participación ciudadana”. Muy peligroso. Se corre riesgo de “convertir la negociación con el Eln en un congresito para aprobar reformas exprés”. Lo grave es que las negociaciones tomarán tiempo y que lo avanzado hasta ahora es ambiguo y preocupante: los acuerdos parciales serían de “implementación inmediata” y “vinculantes”, como lo expresó también Juan Camilo Restrepo en su columna de El Siglo del domingo pasado.
Estamos frente a un semestre crítico que definirá, en medio de la incertidumbre, el rumbo del gobierno Petro y la suerte del país.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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