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Intolerancia y normalización de la violencia, ¿cómo llegamos a este punto?

Panelistas consideran que las emociones exacerbadas, las redes sociales y la polarización son elementos que nos mueven hacia la violencia, así no sea una constante en la sociedad.

Stop Sexual abuse Concept, stop violence against Women

Stop Sexual abuse Concept, stop violence against Women / thianchai sitthikongsak

Intolerancia y normalización de la violencia, ¿cómo llegamos a este punto?

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En Hora20 un tema que nos viene afectando y nos involucra a todos como sociedad: la normalización de la violencia y los constantes hechos de intolerancia. Se analizó lo qué nos ha llevado a este escenario de tolerar la violencia y en algunas ocasiones de justificarla, así como un intento por encontrar salidas a este panorama y cómo de manera conjunta en la sociedad logramos unos consenso para superar la violencia.

Cada vez son más frecuentes los videos en redes sociales que evidencian los hechos de intolerancia: hombres en una moto atacan un bus que transportaba 30 niños; una mujer rompe el vidrio de un bus de TransMilenio porque el articulado no se detuvo, un hombre acuchilla a una persona que extravió su encendedor y de ese tipo de contenido están invadidas las redes. En la medida que estos videos llegan a las redes sociales, el rechazo no es masivo a los actos de violencia e intolerancia, todo lo contrario, una parte de los comentarios giran en torno a una normalización de la violencia o cuando es peor, hay justificación en el uso de la violencia.

La normalización de la violencia también quedó en evidencia la semana pasada cuando un hincha del Deportes Tolima irrumpió en el terreno de juego y golpeó a Daniel Cataño jugador de Millonarios. Tras este hecho, la detención del atacante y su liberación. También hubo justificación de la violencia y normalización de un acto de debería ser rechazado, reprochado y sancionado. Sin embargo, ahora el responsable del acto violento anunció que denunciará al jugador por lesiones personales ante la respuesta que tuvo el futbolista tras el ataque.

En lo corrido del 2023 las muertes por intolerancia han crecido cerca del 10 por ciento en comparación con el 2022, son 206 en total. El año pasado mueran a causa de intolerancia cerca de 2.700 personas en todo el país, según datos de la Policía Nacional.

Lo que dicen los panelistas

Mauricio García Villegas, doctor en Ciencia Política, abogado, profesor universitario, autor de El país de las emociones tristes, columnista en El Espectador y socio fundador de DeJusticia, señaló que no se puede desconocer y no tener en cuenta que la mayoría de la sociedad cumple, “he investigado sobre el incumplimiento de reglas y no se supera el 10% de la población quienes no las cumplen”, pero señala que los últimos hechos tienen que ver con las redes sociales, pues cree que eso está afectando el debate democrático y la convivencia, “la mayoría de la gente hace parte del espectro medio político, no es radical, no es de ningún extremo, pero cuando se revisa ese espectro en redes, el radical es el 60%”, y en ese sentido afirma que los radicales que tienen sobrerrepresentación tienen efectos en la realidad.

Manifestó que se debe hacer visible la sociedad tolerante y que cumple con las normas, “esta sociedad es movida por emociones, por imágenes, por cosas fugaces y hay una parte de los periodistas que están y trabajan desde la dinámica del rating y de lo que es tendencia y lo que es tendencia no es siempre lo importante”. Por último, dijo que uno de los miedos es que las elecciones reflejen el espectro político de las redes donde hay radicalización y no el real donde hay moderación y razón.

Jimena Hurtado, jefe del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Los Andrés, investigadora en temas de filosofía económica y filosofía política, señaló que las emociones son una forma de comunicación muy poderosa que puede ser también positiva, en el sentido de seres extendidos, “esta posibilidad de comunicarnos los unos y los otros y construir comunidades de valores”, pues afirma que probablemente la distinción en diferenciar emociones y pasiones cuando las pasiones son más violentas, “que se exacerban a través de redes sociales que son cajas de resonancia”.

Sobre casos puntuales como el del fútbol, explica que hay una hinchada y barra brava que funcionan como comunidades cerradas, que construyen la identidad sesgada y poco abierta que se reivindica y refrenda  producciones culturales y en esa medida, señala que hay consecuencias de desenfreno de emociones en redes sociales, virtualidad y esperanza de que todas estas son cosas que tienen lado positivo y poderoso.

Para Piedad Bonnett, escritora, autora de novelas como Qué hacer con estos pedazos rotos, poeta y columnista en El Espectador, hay exacerbación de lo que son emociones, falta de control de lo emocional, “algo que se ha multiplicado con redes y nuevas formas de comunicación”. Resaltó que colectivamente suceden fenómenos de aglutinamiento, de justificar la agresión, “me lleva a pensar que está probado que el radicalismo exalta el ánimo, genera una alegría que la moderación no proporciona, entonces odiar colectivamente produce exaltación que se parece a la felicidad y eso relacionarlo con algo más global y es el desprestigio de la moderación, de la ecuanimidad en política y el desprestigio de la razón como el mejor e ideal regulativo de gobierno democráticos”.

Señaló que hay una especie desde la política por la fascinación, por todo lo que nos lleve a extremos, emociones y lo que brille, “la moderación está muy venida abajo, entonces me parece poco probable que el periodismo vaya por mecanismos de moderación; estamos en un mundo donde todo pasa y esa brillolo que hay”.

Juan Carlos Flórez, historiador, exconcejal de Bogotá y excandidato al senado, explicó que la violencia es un mecanismo de poder antiguo y eso en Colombia se manifiesta muy crudo si se compara con otras sociedades, “tenemos una violencia insepulta desde la conquista que se despertó con la llegada de la república... y una de las lecciones es que una minoría violenta puede someter a la mayoría como ocurrió en la conquista y en otros instrumentos de control social”.

Explicó que si bien no hay una genética que nos predisponga a la violencia, sí hay un código de poder en Colombia que ha sido aceptado por las élites, “el ejercicio de violencia para controlar la sociedad”, en ese sentido, señala que, aunque la mayoría de colombianos no ejercen la violencia, sí hay una especie de anestesiamiento colectivo ante hechos de violencia, “eso lo saben las élites y en la medida que la violencia se masifica, opera como un mecanismo psicológico peligroso”.

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