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Instituciones y confianza

Infortunadamente, la confusión parece ser el problema de la actualidad en el país.

A finales del siglo XX, Colciencias –hoy en día el Ministerio de Ciencias– encargó a un grupo ilustre de colombianos realizar un coloquio, una conversación organizada que permitiera examinar las tendencias y opciones futuras frente a la sociedad y al Estado en Colombia.
(También le puede interesar: ¿Para dónde vamos?)
El trabajo se publicó en el libro ¿Para dónde va Colombia?, compilado por Hernando Gómez Buendía, con un prólogo de los expresidentes Alfonso López Michelsen y Belisario Betancur en el cual resaltaron la importancia de entender el momento que vivía el país para derivar una estrategia “que contribuya a hacer menos penosa nuestra travesía en el próximo siglo”.
Estamos ya en la tercera década del siglo XXI y, no obstante los avances de los pasados veinte años, en particular la desaparición de las Farc como guerrilla enfrentada al Estado que se pactó en el Acuerdo firmado en 2016, la travesía continúa siendo penosa. Está signada, además, por situaciones impredecibles hace veinte años: la pandemia del 2020, la invasión rusa a Ucrania, el ascenso de China en el escenario mundial, el cambio climático y descontento de las gentes con la democracia liberal. Y, en Colombia, por la elección de un presidente de izquierda.
Recordé la discusión recogida en el libro de 1999 por la importancia que se otorgó a las “instituciones” como murallas para enfrentar la incertidumbre sobre el futuro. Un párrafo de Gómez Buendía es especialmente pertinente en la actualidad: “La interacción social solo es posible a partir de las normas formales e informales que reducen la incertidumbre acerca de la conducta del otro. Estas normas formales e informales son las “instituciones”. Las instituciones son de carácter “público” en el sentido de que constituyen los límites de la iniciativa privada”.

Si las reglas de juego se ponen en tela de juicio o entran en el terreno de la confusión, resulta muy difícil que los diferentes agentes sociales puedan funcionar.

Más que los símbolos de la nacionalidad, las “instituciones” son, entonces, el conjunto de reglas de juego dentro de las cuales se desenvuelve una sociedad. Su razón de ser es reducir la incertidumbre, generar condiciones para que la actividad humana se lleve a cabo con un mínimo de traumatismo. Si las reglas de juego se ponen en tela de juicio o entran en el terreno de la confusión, resulta muy difícil que los diferentes agentes sociales puedan funcionar, no solo en lo económico sino en lo social y en lo político; se pierde la confianza en el sistema y puede llegarse al caos.
Infortunadamente, la confusión parece ser el problema de la actualidad en el país. Al haberse abierto tantos espacios de discusión –la tributación, la paz total, la distribución de la tierra, el petróleo, las pensiones, la salud, el mercado laboral, etc.–, en forma simultánea y desordenada, ha aumentado la incertidumbre y se corre el riesgo de perder la confianza en las instituciones.

Jaime García Parra

La semana pasada falleció Jaime García Parra, uno de los dirigentes colombianos más sobresalientes de la segunda mitad del siglo XX. El último de los ministros de Hacienda que conformaron la ‘élite ilustrada’ o los ‘hacendistas’ que precedieron a los ‘tecnócratas’ en el manejo de la economía colombiana. Santandereano, conservador lopista, conocedor de los temas del café y la hacienda pública. Abogado con estudios de economía en Londres, hizo una carrera entre el sector privado y el público. Fue además ministro de Comunicaciones y de Minas y Energía y embajador en el Reino Unido y en Estados Unidos. Elegido senador en 1982, no ejerció y tampoco quiso aspirar a la presidencia de la República.
Trabajé con él en 1991 para lograr la aprobación de las preferencias para los productos andinos, antecedente del TLC con los Estados Unidos, y guardo un magnífico recuerdo de nuestra relación personal. Mis condolencias a su familia.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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