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¿Levantar muros o construir ‘puentes’?

Superar las crisis requiere la acción efectiva de los gobiernos y para eso construir ‘puentes’.

Por estos días estoy leyendo un libro que me ha puesto a reflexionar en las angustias de la campaña electoral y de la sociedad colombiana. Su traducción en español podría ser El muro y el puente: Temor y oportunidad ante la disrupción. El autor es el académico Glenn Hubbard, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia.
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Para Hubbard, hay dos tipos de comportamiento para enfrentar los problemas, especialmente los económicos y los sociales, siempre con trasfondo político. Uno es levantar ‘muros’, que los encierren e impidan la interacción entre las gentes; incluso físicos, como el del presidente Trump para trancar la migración en la frontera entre Estados Unidos y México. Las barreras a las importaciones son un muro regulatorio muy utilizado. El otro es construir ‘puentes’ que conectan a las personas, a las empresas, a los países, a las ideas; que permitan conversar, negociar, compartir propósitos y lograr consensos.
En épocas cómo la presente, después de la pandemia del coronavirus y la tremenda disrupción en todos los órdenes de la vida social, económica, política e internacional; en momentos en los cuales, además, el mundo sufre las consecuencias de una inesperada nueva guerra en Europa, no sorprende la tendencia al aislamiento como alternativa de manejo de las crisis. Tanto que muchos, hablando de muros, cuestionan la globalización de los últimos treinta años cuando cayó, precisamente, el de Berlín y quieren volver atrás.

Los muros y la desconfianza son un caldo de cultivo ideal para el populismo. Es más efectivo plantear propuestas facilistas y utópicas, más destructivas que constructivas.

Sin embargo, como escribía hace pocos días el historiador Harold James en el Financial Times, fueron las crisis y las guerras las que encontraron solución en la globalización.
Entre otras, las crisis inflacionarias que promovieron la apertura del comercio, las innovaciones tecnológicas y los acuerdos sobre la estabilidad monetaria. Pero, recuerda James, superar las crisis siempre requiere la acción efectiva de los gobiernos y para eso, añadiría yo, construir ‘puentes’.
* * * *
Los populistas prefieren los muros a los puentes. Es más fácil. Se consideran los ‘buenos’ y los amigos de la gente. Los que no piensan como ellos son los ‘malos’, los enemigos del pueblo. Construyen muros para evitar los cambios, en lugar de puentes para realizarlos. Culpan a los economistas de no conocer de cerca los problemas que enfrentan las personas y las familias en la vida real. Pero el obstáculo no es ese, sino la incapacidad para explicar de los unos y para escuchar de los otros. La desconexión.
La desconexión en Colombia implica la existencia de muros invisibles entre los grupos sociales, entre los poderes públicos y los ciudadanos, entre el Gobierno y los gobernados, entre los pobres, las clases medias y los ricos, entre las regiones, entre los políticos y los técnicos, entre los sindicatos y la sociedad. En fin. Y, como no hay puentes, se crean los estereotipos y la injustificada mala imagen de muchos sectores de colombianos. De ahí la desconfianza en las instituciones. Y el atractivo de hacer borrón y cuenta nueva, desconociendo la historia.
Los muros y la desconfianza son un caldo de cultivo ideal para el populismo. Es más efectivo plantear propuestas facilistas y utópicas, más destructivas que constructivas. Olvidarse de los puentes, rechazar la búsqueda de consensos para hacer los cambios que se requieren y que han estudiado los expertos en materia laboral, pensional, de comercio o tributaria que, obviamente, buscan atacar la pobreza y la desigualdad. Esta es una vía más compleja: toca explicar, dibujar una visión de mediano y largo plazo, exponer matices y argumentos, mostrar cifras, convencer, en vez de rechazar por igual tanto lo malo como lo bueno que se construyó en el pasado.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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