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La crisis y cómo superarla

La salida de la crisis no se resuelve con los métodos hasta ahora utilizados. No han sido eficaces.

Estoy leyendo un libro sobre las crisis y la forma en la cual reaccionan los países en los momentos decisivos para superarlas. Es pertinente para la profunda crisis colombiana, producto de haber dejado acumular los problemas a lo largo de los años en vez de resolverlos.
La palabra ‘crisis’ viene del griego, su raíz es el verbo krino, traducido como ‘momento decisivo’. En chino, crisis es wei-yi: wei significa ‘peligro’, y yi, ‘punto crítico’, ‘oportunidad’. Calificar como una crisis el momento que vivimos en Colombia es justo: es peligroso, es decisivo y abre la oportunidad para cambiar de rumbo. Es, sin duda, un punto de inflexión y, por consiguiente, un desafío; “supone una presión para que seamos capaces de idear nuevos métodos para gestionarlo, una vez se ha demostrado que los métodos anteriores son inadecuados a la hora de dar respuesta al desafío en cuestión” (Diamond Jared, Crisis, Random House, 2019).
Colombia ha atravesado muchas situaciones complejas a lo largo de su historia. En el siglo XX hizo frente a serias crisis políticas –la violencia partidista, el desafío del narcotráfico y la polarización alrededor del acuerdo de La Habana, entre estas– y a varias económicas –dos en los últimos veinte años del siglo–. Ninguna fue, sin embargo, tan dura y exigente para su superación como la de la hora presente. De su manejo, ahora mismo y en los meses que vienen, van a depender el bienestar y el progreso de los colombianos en esta década y, probablemente, en las siguientes.
La salida de la crisis no se resuelve con los métodos hasta ahora utilizados. No han sido eficaces. Al estallido social de 2019 se respondió con unas mesas de diálogo que no sirvieron para nada y desaparecieron con el covid. La pandemia agudizó el malestar; su tratamiento agudizó la pobreza, elevó el desempleo, destruyó capital humano y capital productivo, desnudó la informalidad y amplió las brechas sociales. El paro y los bloqueos cayeron encima de esa situación explosiva.
Las acciones políticas tienen que ser audaces. Cambios cosméticos en el gabinete ministerial no atacan la raíz de los problemas, así produzcan mayorías en el Congreso. Se necesita una conciliación política de fondo, acordar la agenda de reformas en el corto y en el mediano plazo. Conciliar entre todos los grupos de la sociedad, incluyendo, desde luego, a la oposición. Partiendo de principios infranqueables como la defensa de democracia política y la libertad económica. Y que ningún interés ideológico o particular se considere superior al interés de la sociedad en su conjunto.
Los países, escribe Diamond, no solo deben reconocer la crisis y aceptar las responsabilidades nacionales en su gestación, sino construir el consenso para enfrentarlas. Ahora bien, la solución no es cambiarlo todo, sino, por el contrario, acordar aquellas instituciones y políticas que requieren modificación y las que no deben tocarse. Un elemento adicional de la solución es minimizar el daño a la actividad productiva, como motor de la inversión y el empleo.
El presidente Duque tendría que reunirse con los dirigentes de la oposición en el Congreso –Gustavo Petro entre ellos–, en búsqueda de acuerdos sobre las reformas y de priorizar la tolerancia de las ideas y la no violencia como principios esenciales del proceso político en marcha.
Y hacer lo propio con los expresidentes, solicitando su colaboración para lograr el consenso y su apoyo en la estrategia reformista que se ha de seguir. De paso, haría bien en recordarles que “el país es más importante que cualquiera de ellos”, parafraseando al expresidente Dwight Eisenhower, de Estados Unidos, cuando se refirió a la intervención de los exmandatarios en la política de su país.
Carlos Caballero Argáez
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