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Incertidumbre y reformas

Las reformas pueden ser urgentes, pero apresurarse sería dañino.

Se completaron siete meses de la administración Petro. Su principal logro es haber sumido al país en un grado de incertidumbre sin precedente sobre el futuro, que pasará la cuenta en términos de crecimiento económico y de bienestar social.
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Hace poco me topé en un libro con la carta abierta que dirigió Keynes al presidente Franklin Roosevelt en 1933 en la cual recomendó cuidar los tiempos y la secuencia de las reformas para no aumentar los niveles de incertidumbre en el entorno de los negocios. Estaba de por medio la recuperación de la actividad productiva.
Textualmente le dice: las reformas pueden ser urgentes, pero “apresurarse sería dañino cuando lograr la meta de largo plazo es más importante que el resultado inmediato”.El consejo del señor Keynes se aplica al gobierno Petro. Es absurdo intentar en los próximos diez meses la aprobación de la reforma de la salud, la laboral y la de pensiones, además de una reforma política y una de justicia, con el propósito de arrasar y no de mejorar lo existente: de cambiar, con el argumento de que eso fue lo que se votó en junio del año pasado. Al mismo tiempo hay conversaciones con el Eln y acercamientos improvisados con las disidencias de las Farc y con cuarenta y tantos grupos delincuenciales en búsqueda de la paz total. En ausencia de una estrategia de seguridad interna para hacer frente al desorden público, que, como estamos comprobando diariamente, se les salió de las manos a las autoridades.

Es absurdo intentar en los próximos diez meses la aprobación de la reforma de la salud, la laboral y la de pensiones, además de una reforma política y una de justicia.

En un calendario en el cual la economía está en un proceso de aterrizaje con posterioridad a la expansión de la pospandemia, con la inflación más elevada de lo corrido del siglo, el desempleo en aumento, mayores índices de pobreza, y otra reforma tributaria, no puede esperarse que el sector privado saque capitales y fuerzas para invertir en nuevos proyectos que conduzcan al crecimiento económico y al empleo. Volviendo a Keynes y a su carta, “aun la más necesaria y sabia de las reformas afecta la confianza del mundo empresarial y debilita los motivos para su acción”. Además, las reformas van a “sobrecargar la maquinaria burocrática”.
Las decisiones de inversión en las empresas se adoptan, las más de las veces, en medio de la incertidumbre. Los resultados de las inversiones se demoran y, con el paso del tiempo, las condiciones y circunstancias de la economía o de uno de sus sectores pueden cambiar, afectando negativamente los planes de negocios. Por lo mismo, los inversionistas calculan los riesgos y tratan de cubrirse comprando seguros o derivados financieros, por ejemplo.
En el caso de la incertidumbre que se respira en Colombia en estos días, no hay cobertura alguna para los riesgos porque estamos a oscuras frente al futuro. No hay ninguna base técnica que permita calcular los riesgos. De ahí que lo aconsejable sea poner los proyectos en el congelador y esperar hasta tener claridad sobre el clima por venir. Como un avión con pasajeros que no puede despegar en medio de una tormenta eléctrica.
Hay un agravante adicional. Las reformas que se conocen, la de salud y la laboral, no son propiamente amigables con el sector privado. La primera propone terminar con las EPS que han sido construidas en los últimos treinta años con inversiones privadas y transitar a una arquitectura dominada por el Estado, lo que representa regresar a un pasado de ingrato recuerdo.
La segunda pasa por alto el gran problema laboral colombiano, que es la informalidad, y lo que busca es privilegiar más a los ya privilegiados, que son los trabajadores formales y sindicalizados en la economía, pauperizando a la mayoría informal y vulnerable.
No queda sino confiar en las instituciones y en que la cordura se imponga sobre el populismo.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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