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Petro: plata y populismo

La adición presupuestal será la prueba de fuego de este gobierno en materia fiscal.

No exagero al afirmar que el presidente Petro es el mandatario que más plata ha tenido en la historia del país. En Colombia el Gobierno Nacional subsistió saltando matones. La austeridad fue la norma. Nunca los presidentes tuvieron recursos suficientes para ejecutar sus propuestas de campaña por la restricción fiscal. Sin excepción.
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La financiación del gasto público por la vía del crédito externo o interno fue muy limitada. Los gobiernos recurrieron al Banco de la República para cubrir sus déficits, lo que generó inflación, pérdida de reservas internacionales y devaluación del peso, generando círculos viciosos. Y las bonanzas externas, que elevaron temporalmente los precios del café y atrajeron ingresos en dólares hacia el país, terminaron en crisis económicas: recesiones, devaluaciones, desempleo y pobreza.
Por una combinación de factores, el Gobierno va a nadar en dinero en 2023. Además del mayor recaudo tributario por el crecimiento de 8 % del PIB el año pasado, los ingresos del petróleo se estiman en $ 18,3 billones y los de la vigencia plena de las reformas Duque, 2021, y Petro, 2022, sumarán $ 29,5 billones. En total, el incremento de los ingresos del Gobierno en este año, frente a los del pasado, es de $ 80 billones. El pago de los intereses sobre la deuda de la nación va a comerse las tres cuartas partes de los mayores ingresos.

La economía crecerá si acaso un 2 % en 2023 y el incremento de los ingresos tributarios no se va a repetir en los próximos años.

Sin embargo, aun cubriendo el déficit del Fondo de Estabilización de Precios de los combustibles, al Gobierno le quedarán cerca de $ 50 billones para ampliar su gasto, generar un déficit fiscal de 3,8 % del PIB y cumplir la regla fiscal. La adición presupuestal que se presentará al Congreso el próximo mes mostrará cómo se va a utilizar ese chorro de plata.
La adición presupuestal será, por varias razones, la prueba de fuego de este gobierno en materia fiscal. En términos de la macroeconomía, no debería pasarse por alto que, así se cumpla la regla fiscal, la deuda pública es muy alta, 60 % del PIB, lo que implica ese pago tan cuantioso de intereses. La economía crecerá si acaso un 2 % en 2023 y el incremento de los ingresos tributarios no se va a repetir en los próximos años, por lo cual la situación no podrá sostenerse.
* * * *
Aunque no se conozca el destino de los fondos de la adición presupuestal, los anuncios del Presidente y los ministros, así como la adopción de unas primeras decisiones de gasto, implicarán que muy buena parte de los nuevos recursos van a utilizarse en subsidios de distinta índole. Es el caso, por ejemplo, de los subsidios a los jóvenes ‘promotores de paz’, del estipendio para las madres cabeza de familia y las mesadas para los adultos mayores, que sumarían, los tres, más de $ 50 billones por año. O el de los peajes ($ 600.000 millones), sin justificación alguna, que afecta la inversión futura en infraestructura. Para no hablar del Soat a las motos (estimado en $ 3 billones). Está por verse, además, si las anunciadas reformas y la ley del Plan de Desarrollo aumentarán aún más los subsidios. Subsidios que, valga recordar, alcanzaban, antes de la pandemia, el 10 % del PIB.
Un riesgo grave y peligroso de un gobierno populista es abusar de los subsidios para generar lealtad y mantenerse en el poder. El caso aberrante es Argentina, en donde el gasto público, representado fundamentalmente en subsidios, es financiado por el banco central, y en donde desapareció la cultura del trabajo, la inflación bordea el 100 % anual y la devaluación conducirá a la inevitable dolarización.
Nunca, insisto, un presidente había contado con tantos recursos fiscales. El problema es que, por primera vez, en Colombia ese presidente es populista –socialdemócrata, según su libro– y no muy amigo del capitalismo democrático.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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