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Reformar vs. remendar

Sería útil que los candidatos le dedicaran un rato a revisar los análisis de las misiones.

Nunca en los debates electorales del pasado los candidatos a la presidencia habían contado con tan abundante material de estudio para sus planteamientos de campaña. El ganador tendrá, además, un conjunto completo de recomendaciones sobre el cual construir su programa de gobierno.
(También le puede interesar: Las cualidades de un buen presidente)
La administración Duque está dejando al próximo mandatario los resultados de una serie de misiones académicas convocadas para estudiar los principales problemas económicos y sociales del país. En el pasado, las propuestas de las misiones se aplicaron en gobiernos posteriores a aquel que las recibió.
Colombia es un país de misiones. La del profesor Kemmerer, en 1923, dio lugar a la creación del Banco de la República; la del Banco Mundial, en 1949, que coordinó el profesor Lauchlin Currie; la Musgrave, en los años sesenta, que sirvió de base para la reforma tributaria de 1974; la de la OIT, de 1970, y la del profesor Chenery, en los ochenta, que se centraron en el empleo. Y las numerosas de los últimos años. Entre estas últimas, dos tributarias desde 2015, la del gasto y la inversión pública de 2017, la de finanzas territoriales de 2019, la de internacionalización de 2021, dirigida por Ricardo Haussman, y la que se acaba de divulgar, la de Empleo, en cabeza de Santiago Levy y Darío Maldonado.
Los problemas del país están sobre diagnosticados. Pero a los políticos y a los candidatos presidenciales les importan un bledo los análisis y las recomendaciones de los académicos para enfrentar y resolver los problemas. Prefieren remendar, año tras año, la legislación. Algo similar ocurre con empresarios y dirigentes del sector privado que se conforman con los parches, porque les convienen para los negocios, en vez de apoyar un programa de reformas, consistentes entre sí, que responda a una visión objetivo, a un norte al cual la sociedad quiera llegar en búsqueda de bienestar colectivo.

A los políticos y a los candidatos presidenciales les importan un bledo los análisis y las recomendaciones de los académicos.

Pero, eso sí, después culpan de los males del país a los economistas, por neoliberales, por el “daño que han producido a la industria colombiana desde los noventa, primero con la apertura y después con los TLC” (Jorge Robledo, ‘Si no se revisan los TLC no habrá recuperación’, Portafolio, 7 de enero de 2022).
Un novelista escribía hace unos días que los tecnócratas “han sabido arruinar al país con aperturas económicas mal diseñadas y con un sometimiento estúpido a las órdenes de la banca mundial” (William Ospina, ‘Rodolfo Hernández: La hora de la franja amarilla’, El Espectador, 21 de enero de 2022).
Los estudios de la Misión de Internacionalización, de Fedesarrollo y del Banco de la República concluyen, sin embargo, que no hubo la tal apertura: las barreras no arancelarias de los últimos treinta años más que compensaron la baja de los aranceles de 1991 y la economía colombiana está más cerrada hoy en día que en 1990.
Un ejemplo abrumador de la costumbre de remendar y no de reformar es el que trae el informe de la Misión de Empleo. Entre 1991 y 2019 se adoptaron 93 medidas en el área laboral y de la protección social. En promedio se hicieron 3,2 cambios por año, o uno cada cuatro meses. ¡Hubo 63 leyes y actos legislativos, 22 decretos y 8 sentencias de la Corte Constitucional!
No es de extrañar, entonces, que el mercado laboral en Colombia funcione mal, que el desempleo sea tan alto, que la protección social sea tan deficiente, que los trabajadores informales no puedan pensionarse, que la productividad sea negativa y que la población se sienta mal tratada.
Sería útil que los candidatos y sus asesores le dedicaran un rato a revisar los análisis de las misiones y se convenzan de que los remiendos son, en muy buena parte, causantes del rezago colombiano y no los esfuerzos, bien intencionados, de la tecnocracia.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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