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Una elección presidencial inédita y crucial

El resultado de la ronda electoral mostró la indignación de los colombianos con la clase política.

Colombia se encuentra en la recta final de un inédito proceso electoral por la presidencia de la República. Por primera vez en nuestra historia republicana se enfrentan dos candidatos populistas. Uno, de larga trayectoria e ideología de izquierda. Otro, de data más reciente, que podría caracterizarse como un populista ‘político’, de la derecha no tradicional, santandereano, ingeniero y auténtico. Uno de los dos va a ser el mandatario de los colombianos.
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“El populismo es la rebelión contra las distintas élites, incluyendo, desde luego, la de la política tradicional”. Así lo describe en un estupendo ensayo el chileno Andrés Velasco, actual decano de la Escuela de Política Pública del London School of Economics (Populism and Identity Politics, 2020). El resultado de la ronda electoral del domingo pasado mostró, contundentemente, la indignación de los colombianos con la clase política. El candidato Hernández recogió ese sentimiento: sepultó a los partidos políticos y a sus dirigentes, entre ellos varios expresidentes de la República. Se convirtió en la alternativa contra el candidato Petro y cambió la política.
Más que un rechazo al manejo de la economía después de las crisis de los últimos años y a sus secuelas, lo que se experimenta es la rabia frente a una clase política que se desconectó de las gentes del común y de los votantes; se enconchó en sí misma y se dedicó a cultivar sus intereses económicos, legal e ilegalmente. Se olvidó de la importancia de la vida digna para la mayoría de sus representados. Mientras tanto, las gentes sufrían las consecuencias de una crisis sanitaria, social y económica nunca vivida, con sus tremendas secuelas de angustia y empobrecimiento. Esa falta de sensibilidad fue el objeto del exitoso ataque del ingeniero. El Congreso deberá reinventarse a partir del 20 de julio porque no puede abandonar su función de pilar de la democracia liberal.
La pandemia desnudó, además, la realidad y nos colocó frente a situaciones que vienen de años atrás y que no hemos resuelto. No se actuó a tiempo, por ejemplo, con respecto a la informalidad laboral, responsable de la pobreza y el descontento social. Ahora, contra la pared, el país debe manifestarse frente a las dos opciones que tiene sobre la mesa, las cuales, si bien populistas, son diferentes y ameritan una juiciosa evaluación. Está en juego el futuro del país, de las instituciones y de nuestros descendientes.

El país debe manifestarse frente a las dos opciones que tiene sobre la mesa, las cuales, si bien populistas, son diferentes y ameritan una juiciosa evaluación.

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El populismo es útil para ganar elecciones, pero no para gobernar. La realidad es que el nuevo presidente va a enfrentar una situación muy compleja desde el primer día de su mandato. Los desequilibrios económicos internos son protuberantes, y el entorno internacional es muy malo. El choque de austeridad propuesto por Hernández es preferible a la ampliación desmedida del Estado propuesta por Petro, quien, así quiera aparecer ahora como ortodoxo en lo fiscal, plantea una reforma tributaria para recaudar 5 por ciento del PIB, estatizar el ahorro de los colombianos en los fondos de pensiones y suspender la exploración de hidrocarburos, todo lo cual golpearía duramente la inversión, el crecimiento, el empleo y el bienestar social.
Al escribir esta columna es imposible saber quién ganará el 19 de junio. Es necesario, sin embargo, que los candidatos conformen el núcleo de sus equipos de gobierno buscando a los mejores y los más capaces. Hay buenos nombres de quienes podrían acompañar al nuevo presidente; conocer quién ocuparía el Ministerio de Hacienda es urgente.
El país superó con éxito crisis muy difíciles a lo largo de su historia. El buen ánimo de los mercados en estos días constituye un buen augurio de lo que podría venir en el futuro.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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