El salario mínimo en Colombia: nueva evidencia empírica sobre sus efectos y algunas consideraciones económicas y éticas

El salario mínimo es uno de los temas de política pública más debatidos alrededor del mundo. Esto es particularmente cierto en Colombia, donde ronda un valor cercano al 90% del salario mediano, el valor más alto si se lo compara con el de otros países de la OECD o de Latino América (Mondragón-Vélez et al. 2010). En este blog presento resultados de dos investigaciones recientes en cuya elaboración participé y que considero que son pertinentes para el debate sobre este tema. La primera de ellas encuentra un efecto causal negativo de aumentos del salario mínimo en el empleo de las industrias de plásticos y químicos. La segunda documenta un alto nivel de poder de mercado de los empleadores manufactureros, lo que justifica la fijación de un salario mínimo generoso. En cuanto a los beneficios del mínimo, ambos resultados son, pues, contradictorios.

Después de abordar estos dos estudios paso a enmarcarlos en una discusión más amplia sobre el salario mínimo. Muchos analistas económicos del país han hablado de las consecuencias negativas del mínimo en términos de empleo y de informalidad (ver por ejemplo la Nota Macroeconómica No. 27 escrita por varios colegas de la Universidad de los Andes). En este texto discuto algunos elementos económicos y éticos, que creo que deben pesar más en este debate. Este es el resumen de esos elementos:

1) La reciente pero abultada evidencia empírica internacional, basada en técnicas modernas de inferencia causal, tanto de países en desarrollo como desarrollados, muestra que en general no hay un efecto causal entre el aumento del salario mínimo y la generación de empleo. Sin embargo, no es claro si esa evidencia tiene validez externa para un caso tan atípico como el colombiano, donde tenemos un mínimo alto con relación a la mediana de los ingresos de los trabajadores.

2) A diferencia del caso en otros países, evaluar el impacto del salario mínimo en Colombia es difícil porque este aplica para todos los trabajadores y aumenta una vez al año. Luego no es sencillo pensar en un “experimento natural” que permita evaluar el efecto del mínimo en todos los sectores de la economía. En parte esto explica que, según mi lectura, la evidencia empírica de Colombia sobre el efecto causal del salario mínimo no sea concluyente. Uno de los artículos que mencioné arriba indica que el mínimo afecta negativamente el empleo, pero aplica solo para los sectores manufactureros de plásticos y de químicos.

3) El modelo de competencia perfecta no es una buena descripción del mercado laboral. Otras descripciones más ajustadas a la evidencia empírica, como aquella en la que los empleadores tienen un alto poder en ese mercado, dan espacio para considerar un salario mínimo generoso.

4) La discusión sobre el salario mínimo no la podemos dar sin considerar factores distintos a los económicos y que no podemos medir. Creo que los economistas debemos tener siempre presente que detrás de casi cualquier problema económico se esconde un problema ético. En mi opinión, el salario mínimo tiene un valor simbólico pues indica el nivel mínimo de ingreso al que deberíamos aspirar como sociedad para que nuestros trabajadores, y en particular los más vulnerables, puedan llevar una vida medianamente digna. Esta consideración justifica un mínimo generoso y debe sopesarse contra cualquier costo económico del mismo.

Al tener todos estos elementos en cuenta, en mi opinión no es claro si el salario mínimo en Colombia es muy alto. Cualquier decisión que como sociedad tomemos sobre este tema debe sopesar todos estos elementos y considerar todos los puntos de vista.

 

El efecto del salario mínimo en dos sectores manufactureros de Colombia

En el artículo «Estimating Production Functions in Differentiated-Product Industries with Quantity Information and External Instruments» escrito junto con Marcela Eslava, Santiago Franco y Eric Verhoogen (2021), proponemos un nuevo método para estimar funciones de producción y lo implementamos con datos de la industria de plásticos y químicos de la Encuesta Anual Manufacturera de Colombia (EAM) entre 1994 y 2009. En un paso clave del análisis empírico, proponemos un instrumento para la cantidad de trabajo que utilizan las plantas manufacturas: la interacción del cambio en el salario mínimo real con el “bite” del mínimo. El “bite” es una medida de la importancia del mínimo al nivel de la firma. La idea es que las firmas cuyo salario promedio está más cerca al mínimo, tienen un “bite” más alto y se verán más afectadas por cambios en este. Se trata pues de un instrumento de tipo Bartik y lo utilizamos para generar variación exógena en la cantidad de trabajo que emplean las firmas, en un panel con efectos fijos de firma y de año. En el artículo, encontramos que los aumentos en el salario mínimo causan una reducción de la cantidad de trabajo contratado por las firmas con un “bite” más alto, comparadas con las firmas con un “bite” más bajo (ver la tabla 5 del paper). Estos resultados se pueden interpretar como una relación causal. Así pues, hay evidencia, por lo menos para las industrias manufactureras de plásticos y químicos en Colombia, de que los aumentos del mínimo generan una reducción del empleo.

 

El poder de mercado laboral de las firmas manufactureras de Colombia

En el artículo «Labor Market Power in Developing Countries: Evidence from Colombian Plants» (2021) escrito junto con Francesco Amodio, estimamos el poder de mercado laboral de las firmas manufactureras de Colombia. Obtener este número es difícil porque requiere medir cómo cambian los salarios en el margen en la medida en que la firma contrata más trabajadores. Si la firma toma los salarios como dados  – como en el modelo de competencia perfecta –  los salarios no cambian. Pero si la firma tiene algún poder para fijar el salario que paga, los salarios aumentan. En otras palabras, estimar el poder de mercado pasa por estimar la curva de oferta de trabajo específica de la firma. Esto implica encontrar choques exógenos que muevan la demanda de trabajo y permitan identificar la oferta. En el artículo utilizamos la variación en el destino al que exportan las plantas que ponemos en interacción con variación en las tasas de cambio para generar estos choques. Encontramos una elasticidad de los salarios promedio con respecto al empleo de 0.4, lo que implica que los trabajadores producen en el margen 40% más que su salario. Este nivel de poder de mercado es comparable al que estiman Yeh et al. (2021) en la industria manufacturera de Estos Unidos. Nuestros resultados sobreviven a diferentes ejercicios de robustez y son explicados por la existencia de plantas que tienen una fracción importante del empleo en el área metropolitana correspondiente, lo cual es consistente con una descripción oligopolística del mercado laboral. Como lo explican en detalle Tortaloro y Zárate (2020), el salario mínimo se traduce en una reducción del poder de mercado de las firmas. Así, los resultados de este artículo sugieren la conveniencia de fijar un salario mínimo generoso.

 

La evidencia empírica internacional sobre los efectos del salario mínimo

Hasta principios de los años 90, el consenso entre economistas, basado en la interpretación de competencia perfecta del mercado laboral, era que el salario mínimo destruía el empleo. Pero Card y Krueger (1994) rompieron ese consenso con un estudio que utilizó un diseño empírico de diferencias en diferencias y que no encontró efectos de aumentos en el salario en el empleo de las poblaciones estudiadas. Al trabajo de Card y Krueger lo siguieron numerosos estudios con diseños empíricos creíbles que estudian las consecuencias de aumentos en el salario mínimo. La clave de estos análisis es el uso de “experimentos naturales” para establecer un contrafactual creíble que permita estimar los efectos del mínimo. Por ejemplo, el caso de Estados Unidos ha sido muy estudiado pues la variación en el tiempo y entre estados y ciudades en el nivel del salario mínimo ha permitido construir estos contrafactuales. El trabajo de Dube (2019) y el de Manning (2021) son ejemplos de buenos resúmenes de esta literatura. La conclusión de ambos es que en general no hay un impacto importante del aumento del salario mínimo en el empleo. Dube llega a esta conclusión después de revisar los resultados de 55 estudios, que consideran diferentes poblaciones, sectores económicos y países. El meta-análisis de Broecke et al. (2017) se concentra en estudios en economías emergentes y concluye que no hay evidencia sistemática de un efecto negativo del salario mínimo en el empleo. Pero no es claro si estos resultados aplican al caso atípico de Colombia, un país con un salario mínimo alto en proporción al ingreso medio de los trabajadores.

 

La evidencia empírica de Colombia sobre los efectos del salario mínimo

El análisis del efecto del salario mínimo en Colombia se enfrenta a un gran obstáculo y es que este rige en todo el territorio nacional y cambia solo una vez al año. Así, establecer un buen contrafactual para evaluar el impacto general del salario mínimo es particularmente difícil. Esta es quizás la principal razón por la cual los estudios sobre el efecto del salario mínimo en el país no son, en mi opinión, concluyentes. Aunque varios de ellos hacen un trabajo muy valioso al construir series largas y consistentes de indicadores laborales y documentan una relación negativa entre el salario mínimo y el nivel de empleo y una positiva con la informalidad, no estoy convencido de que esas correlaciones se puedan interpretar como una relación causal y más a la luz de la evidencia internacional que acabo de citar. Por ejemplo, los trabajos de Maloney y Núñez (2003), Arango y Pachón (2004) y Hernández y Pinzón (2006), que usan datos de encuestas de hogares, se basan en la variación en la sección cruzada que puede estar relacionada con factores no observables. Los estudios de Hernández y Lasso (2003) y de Sánchez et al. (2009) se basan en la variación en las series de tiempo que tampoco permite controlar por factores no observables correlacionados con el mínimo y el empleo. Los estudios de Mondragón-Vélez et al. (2010) y de Bell (1997) usan una variación que viene tanto del tiempo como de la sección cruzada en un panel de ciudades y un panel de firmas manufactureras respectivamente. Pero a pesar de que pueden controlar por características fijas de las ciudades o de las firmas, ninguno cuenta con una variación exógena en el salario mínimo y es difícil darle una interpretación causal a sus correlaciones.

 

El modelo de competencia perfecta no es adecuado para describir el mercado laboral

En el modelo de competencia perfecta del mercado laboral, los precios y las cantidades de equilibrio son determinadas por la oferta y la demanda y las empresas no pueden escoger el salario. Bajo esa interpretación, el salario mínimo necesariamente reduce el empleo. Pero estudios recientes, como el artículo que Amodio y yo escribimos y que discutí arriba, han mostrado que los mercados de trabajo no son bien descritos por el modelo de competencia perfecta. Son más ajustadas a los hechos otras interpretaciones, como por ejemplo un modelo de competencia oligopolística donde los empleadores tienen poder de mercado y el salario que ganan los trabajadores es menor a su productividad marginal. Manning (2021) argumenta que la principal razón por la que la literatura empírica ha fallado en encontrar un impacto sistemático de aumentos del salario mínimo en el empleo es que los mercados laborales no son perfectamente competitivos. Por ejemplo, bajo el modelo oligopolístico, las empresas pueden absorber un aumento del salario mínimo reduciendo el margen entre el salario y la productividad marginal sin necesidad de despedir trabajadores (Azar et al. 2019).

 

El salario mínimo y la vida digna

Imaginemos el caso de una familia de tres hijos donde solo un adulto gana el mínimo y puede aportar un ingreso estable. Con un salario de alrededor de 910,000 pesos colombianos esta persona tiene que alimentar a cuatro, pagar vivienda, educación, transporte, ropa, utensilios, celular, algún tipo de entretenimiento, etc. Con toda seguridad, esta familia tendrá problemas económicos y se verá enfrentada a varias dificultades para tener una vida medianamente digna. Este ejercicio mental me lleva a hacer las siguientes preguntas: ¿son 910,000 pesos suficientes para garantizar una vida digna de una familia como la descrita? ¿Qué pasa con las personas que ganan menos del mínimo y que no pueden obtener un empleo en parte por los altos niveles de este? ¿Ante un aumento del mínimo, cómo ponderamos el beneficio para los primeros y los costos para los últimos? ¿Existen factores que no podemos medir pero que debemos tener en cuenta en el debate, como el hecho de que el salario mínimo es un símbolo de una cota inferior infranqueable si aspiramos a construir una sociedad más justa o de mayor solidaridad y de mejor convivencia? En mi opinión, estas preguntas difíciles tienen que hacer parte de la discusión.

 

En conclusión, este blog presentó algunos elementos que considero que deben tener un papel más importante en el debate del salario mínimo en Colombia. Dejé por fuera muchos puntos sobre los costos y beneficios del mínimo, pero espero que los que toqué sirvan de insumo para la discusión.

 

 

 

Referencias

Amodio, Francesco and Nicolás de Roux (2021) «Labor Market Power in Developing Countries: Evidence from Colombian Plants». IZA Discussion Paper 14390.

Álvarez, Andrés, Oscar Becerra, Carlos Caballero Argáez, Marcela Eslava, Manuel Fernández, Marc Hofstetter, Oskar Nupia, David Pérez Reyna, Andrés Zambrano y Hernando Zuleta (2020) “Negociación del salario mínimo en tiempos de pandemia”. Nota Macroeconómica No.27, Facultad de Economía, Universidad de los Andes.

Arango, Carlos A. and Angélica Pachón (2004) «The Minimum Wage in Colombia: Holding the Middle with a Bite on the Poor.” Banco de la República.

Azar, José, Emiliano Huet-Vaughn, Ioana Elena Marinescu, Bledi Taska and Till Von Wachter (2019) “Minimum Wage Employment Effects and Labor Market Concentration”. Mimeo.

Bell, Linda A (1997) «The impact of minimum wages in Mexico and Colombia». Journal of labor Economics 15.

Broecke, Stijn, Alessia Forti, and Marieke Vandeweyer (2017) «The effect of minimum wages on employment in emerging economies: a survey and meta-analysis». Oxford Development Studies 45.3.

Card, David and Alan Krueger (1994) «Minimum Wages and Employment: A Case Study of the Fast Food Industry in New Jersey and Pennsylvania». American Economic Review, 84.

De Roux, Nicolás, Marcela Eslava, Santiago Franco and Eric Verhoogen (2021) «Estimating Production Functions in Differentiated-Product Industries with Quantity Information and External Instruments». NBER Working Paper 28323.

Dube, Arindrajit (2019) “Impacts of Minimum Wages: Review of International Evidence”. Report prepared for Her Majesty’s Treasury (UK).

Hernández, Gustavo, y Enrique Pinzón (2006) «El efecto del salario mínimo sobre el empleo y los ingresos». Archivos de Economía 316. Departamento Nacional de Planeación.

Hernández, Gustavo y Francisco Javier Lasso (2003) «Estimación de la relación entre salario mínimo y empleo en Colombia: 1984-2000». Revista de Economía del Rosario.

Yeh, Chen, Claudia Macaluso and Hershbein, Brad (2021) “Monopsony in the U.S. labor market”. Mimeo.

Maloney, William and Jairo Nuñez (2003) “Measuring the Impact of Minimum Wages: Evidence from Latin America”. NBER Working Paper 9800.

Manning, Alan (2021) “The Elusive Employment Effect of the Minimum Wage”. Journal of Economic Perspectives, 35.

Mondragón-Vélez, Ximena Peña and Daniel Wills (2010) “Labor market rigidities and informality in Colombia”. Economía, 11.

Sánchez, Fabio, Valentina Duque y Mauricio Ruíz (2009) “Costos laborales y no laborales y su impacto sobre el desempleo, la duración del desempleo y la informalidad en Colombia, 1980–2007”. Documento CEDE.

Tortarolo, Darío and Román David Zárate (2020). “Imperfect competition in product and labor markets. A quantitative analysis”. Mimeo.