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Treinta años perdidos

En los últimos sesenta años Colombia se rezagó del mundo

El lunes de esta semana se divulgaron los resultados de la Misión de Internacionalización, convocada por la administración Duque y conformada por un grupo de expertos nacionales e internacionales. Su propósito era diseñar una estrategia para que Colombia logre, por fin, insertarse en el mundo, aprovechar las oportunidades que abren las nuevas tendencias de la economía mundial e incrementar el bienestar de sus habitantes.
La Misión cumplió cabalmente su objetivo. El paquete de recomendaciones es sólido y bien puede llevarse a la práctica. El diagnóstico, sin embargo, confirma lo que intuíamos y es que en los últimos sesenta años Colombia se rezagó del mundo, se encerró más y, aunque algunas brechas se recortaron y nos acercamos a algunos indicadores internacionales (la expectativa de vida al nacer o la participación de la fuerza laboral femenina), el PIB per cápita, que es un 25 por ciento del de Estados Unidos, está muy lejos de aquel que una economía con el tamaño y la población de Colombia debería tener.
El país perdió los últimos treinta años en su aspiración de integrarse a la economía mundial. Para quienes, como yo, estuvimos vinculados a las reformas del gobierno de César Gaviria y contribuimos a construir el andamiaje institucional para facilitar la conexión con el mundo exterior –del cual formaron parte el Ministerio de Comercio Exterior, Bancóldex y Proexport (hoy en día Procolombia)– es muy triste comprobar que fracasamos en el intento.
De acuerdo con la Misión, “la participación del comercio en el PIB se mantuvo constante en los últimos cincuenta años, reflejando baja integración en circuitos de importación y exportación”. Costa Rica y Perú lo hicieron mejor que nosotros en América Latina. Y ni se diga Corea y Tailandia en el sureste asiático. Y, como afirmó el director de la Misión, “Colombia no aprendió a hacer lo que el mundo sabe hacer”.
No sorprende, entonces, que la Misión considere la necesidad de fortalecer los distintos arreglos institucionales a disposición del Gobierno para que actúen coordinadamente en búsqueda de la internacionalización. Resalta la importancia del liderazgo presidencial en la orientación y la implementación de las políticas, la articulación de “la gran multiplicidad de instituciones que intervienen en la internacionalización”, y la recuperación del Consejo Superior de Comercio Exterior como máxima autoridad de la política comercial. De esta manera podrían desmontarse, por ejemplo, las barreras de toda índole que impiden importar y exportar.

El PIB per cápita, que es un 25 por ciento del de Estados Unidos, está muy lejos de aquel que una economía con el tamaño y la población de Colombia debería tener.

La Misión analizó igualmente asuntos adicionales al comercio de bienes y servicios. La mínima migración de extranjeros hacia Colombia, el aprovechamiento de la diáspora de colombianos que trabajan en el exterior y la necesidad de acelerar la adopción y adaptación de tecnología, campo en el cual la distancia con el resto del mundo se ha ampliado, en gran parte por la velocidad con la cual se desarrollan las nuevas tecnologías y la incapacidad del ecosistema colombiano –empresas, universidades, centros de investigación aplicada– para acceder a ellas y adaptarlas. En particular, se identificó la precariedad de los sistemas de innovación en el país. De ahí la importancia de que las empresas inviertan en nuevas tecnologías.
* * * *
Es de esperar que el próximo gobierno recoja las recomendaciones de la Misión de Internacionalización y las ponga en práctica. Insertar a Colombia en el mundo no es un embeleco de unos expertos, sino un medio poderoso para que la economía crezca, para generar empleos de calidad y, consecuentemente, para mejorar el bienestar de los colombianos. Haber perdido treinta años ha sido muy costoso para el país. Sería lamentable perder otros treinta.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
(Lea todas las columnas de Carlos Caballero Argáez en EL TIEMPO, aquí)
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