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¿Cuántas olas tendrá la pandemia de Covid-19 en Colombia? Unas reflexiones basadas en resultados del proyecto CoVida (Universidad de Los Andes)

 David Bardey y Rachid Lajaaj

La Universidad de Los Andes, en colaboración con la Secretaria de Salud de Bogotá, implementó un programa de vigilancia epidemiológica gracias a los laboratorios de la Universidad, quienes pusieron a disposición su infraestructura y su capital humano para hacer pruebas PCR para rastrear el virus de Covid-19. Más precisamente, lo que se hizo con el programa con CoVida fue realizar cerca de 60.000 pruebas PCR entre el inicio de la pandemia hasta final de marzo del presente año. Estas pruebas fueron en su gran mayoría aplicadas a personas asintomáticas o con síntomas ligeros, pero con un mayor riesgo de estar o haberse contagiado dadas las ocupaciones a las que se dedican, es decir todas las profesiones que tienen más contacto que el promedio con público en general (p.ej.  trabajadores de la salud, Ejército, Policía, empresas de seguridad, taxistas, conductores del transporte público, restaurantes y tiendas).

De manera interesante, en el estudio realizado a partir de los datos de CoVida, se compararon los resultados de las pruebas realizadas en el contexto del programa con los registros de todos los casos reportados por la Secretaria de Salud de Bogotá. El diseño del estudio permite entonces a los autores aproximar el número real de personas que han sido contagiadas en Bogotá, sabiendo que muchas de las personas asintomáticas no realizaron pruebas y, por ende, no se dieron cuenta de que habían sido contagiadas de Covid-19.

Algunos de los principales resultados del estudio son los siguientes. Primero, en marzo del presente año, es decir antes del inicio del tercer pico -durante el cual una proporción importante de la población se contagió-, en la ciudad de Bogotá el 53% de la población ya se había contagiado, mientras que en los reportes oficiales se detectaron solo el 8% de los bogotanos que se habían contagiado. Expresado en términos de proporción, esto significa que, en promedio, por cada caso de Covid-19 detectado en Bogotá, 6,4 no fueron detectados porque un gran porcentaje correspondía a pacientes asintomáticos. Segundo, esta tasa de detección varía de manera considerable entre los estratos socioeconómicos. Mientras que esta proporción de detección es de 1 en 10 para los dos estratos más bajos, para estratos 5 y 6 es de 1 en 5, lo que revela que la gente que vive en estratos altos tuvo, en promedio, una mayor capacidad para protegerse contra ese virus, en particular dadas las mayores posibilidades de teletrabajar. Para los estratos más bajos, por el contrario, hubo un mayor riesgo de infectarse dentro del hogar cuando alguien contraía la enfermedad y también por las dificultades de aislarse cuando tiene síntomas o un contacto conocido con alguien positivo. En otras palabras, los estratos más pobres tenían cuatro veces más probabilidades de estar infectados que los más ricos. Tercero, el estudio revela otra desigualdad alta según las ocupaciones de la gente. Como se podía esperar, las profesiones esenciales que tuvieron un mayor contacto con el público se infectaron mucho más. Quizás, una excepción notable son los profesionales de la salud. Seguramente, el mayor nivel de precaución impuesta a estas profesiones, permitió controlar la propagación del virus entre estos profesionales en Colombia.

Estos resultados son muy interesantes y proveen una información útil para poder predecir la evolución futura de la pandemia en nuestro país. Más precisamente, esta información, en asociación con otros elementos, nos permite estimar si tendremos una cuarta ola, de la cual ya hablan los expertos, o si, por el contrario, la podremos evitar.

En general, se estima que la inmunidad de rebaño se alcanza cuando el 70% una población ha sido contagiada, porque a partir de esta proporción, el virus encuentra menos “candidatos” para poder circular entre la población. A primera vista, para la ciudad de Bogotá, uno podría pensar que ya hemos alcanzado este umbral si ponemos en perspectiva que el 53% de los bogotanos ya se había contagiado según las mediciones realizadas en el mes de marzo de este año, y teniendo en cuenta la magnitud de la tercera ola que nos impactó posteriormente a esta medición. Además, si bien el inicio de la campaña de vacunación avanzó a pasos de tortuga, ahora parece tener un motor diésel -que ya ha logrado avanzar una vez se calentó el motor-, dejando a su paso las cifras de cobertura en términos de vacunación más altas del continente. Dados estos dos elementos, es decir la proporción alta de personas contagiadas de “manera natural” por el virus y la importante proporción de personas vacunadas, se puede esperar que la mayoría de los colombianos benefician de algún grado de protección contra el virus.

Dicho eso, esta visión optimista que consiste en esperar que podremos evitar una cuarta ola en Colombia (¡Ojo! Extrapolando a partir de las cifras de Bogotá) debe ser moderada por las siguientes razones. Primero, entre las personas que se contagiaron de Covid-19 en el país no todos se han contagiado en los últimos meses, lo que significa que los organismos de las personas contagiadas al inicio de la pandemia, quizás ya han perdido un grado de protección contra el virus por la disminución de los anticuerpos. Segundo, la cuarta ola que enfrentaron la mayoría de los países europeos y América del Norte se debe a la circulación de algunas variantes del virus particularmente contagiosas y frente a las cuales la inmunidad debida a una variante anterior disminuye. De paso, en Colombia, es claro que la tercera ola se debe, en buena parte, a reinfecciones frente a una nueva variante, o sino varios municipios ya tendrían más del 100% de la población infectada.

Podemos esperar que la inmunidad resultante de infecciones pasadas y vacunas reducen considerablemente el impacto en Colombia de las variantes que generaron la cuarta ola en el resto del mundo. Pero al final un factor determinante será la inmunidad cruzada entre las variantes, es decir qué tan protegido uno se encuentra después de haber sido contagiado por una variante anterior. El número bajo de infecciones y reinfecciones después de la tercera ola son una buena señal, pero todavía no tenemos resultados muy claros al respecto, lo que obliga a seguir siendo prudentes. Pero el riesgo de aparición de nuevas cepas con mutaciones que reducen esta inmunidad cruzada es la principal razón del fracaso de los que esperaban alcanzar una inmunidad de rebaño a partir de infecciones naturales, como lo planteó el presidente Bolsonaro en Brasil. Las vacunas parecen menos sujetas a una pérdida de inmunidad frente a nuevas variantes, y el éxito “lento, pero seguro” de la campaña de vacunación, sigue siendo la mejor protección.

En conclusión, por los altos niveles de contagios reales que se midieron con el estudio asociado al programa CoVida, más la buena cobertura proveída por la campaña de vacunación, uno puede razonablemente esperar que la población colombiana se encuentra actualmente relativamente bien protegida contra las variantes del Covid-19 que circulan. Dicho eso, si bien tenemos que volver a una situación casi normal (en los estándares de nuestras vidas anteriores a la pandemia), tampoco se puede bajar la guardia del todo. Seguramente, tendremos que mantener el uso de tapabocas en sitios cerrados por un tiempo más. También, las autoridades tendrán que estar pendientes de futuros focos incipientes que pueden indicar la presencia de unas variantes más agresivas, que pueden favorecer casos de reinfección. Finalmente, todas las estrategias de rastreo de los contagios tienen que ser usadas para poder limitar la circulación de nuevas variantes (y son más factibles cuando el número de infecciones es menor como en este momento). El Estado tiene un rol preponderante en esto, pero no podemos olvidar que el éxito de estas estrategias de mitigación es la responsabilidad de todos, no solamente del Estado.

 

Referencias

Laajaj, R., De Los Ríos, C., Sarmiento-Barbieri, et al., 2021. COVID-19 spread, detection, and dynamics in Bogota, Colombia. Nature Communications12(1), pp.1-8.

Laajaj, R., Webb, D., et al., 2021. Understanding how socioeconomic inequalities drive inequalities in SARS-CoV-2 infections. Documento CEDE, (24).

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