Desde la Academia

Publicado el

Vacunas y transparencia: una falsa buena idea

Por David Bardey

La palabra transparencia, al igual que la palabra democracia, pertenecen a la categoría de las palabras sagradas, es decir que todo el mundo las quiere y las usa, a veces sin mucho discernimiento. De hecho, todos los dictadores o autocratas, con un toque de cinismo se reivindican como demócratas, pues han entendido que es mejor no pelear con el concepto de democracia. Algo parecido sucede con la palabra transparencia. Como en muchas situaciones, una mayor transparencia es sinónimo de mayor eficacia o es garantía de una asignación justa, queremos que haya transparencia en todos los niveles, de nuevo con poco discernimiento.

Las vacunas no son la excepción a esto. En el momento actual, donde el Gobierno colombiano está tratando de adquirir las vacunas contra la covid-19 -las cuales nos permitirán llegar a la inmunidad de rebaño por las buenas (en caso de que lleguen al país demasiado tarde)-,  he escuchado y leído múltiples críticas respecto a la poca transparencia que hay en el proceso de compra de estas vacunas. En esta entrada voy a dar unos argumentos a favor de esta poca transparencia, aclarando que, de todas formas, no fue decisión del Gobierno, sino que es el esquema de negocios que la industria farmacéutica impone habitualmente a los países, y además no es específico a las vacunas contra la covid-19.

Como lo mencionó el ex vicepresidente Vargas Lleras en su columna dominical del 17 de enero de este año, cuando se necesitan más que nunca, y lo más rápidamente posible, las vacunas que comercializan contra la covid-19, no es un buen momento para pelear por estas cláusulas de confidencialidad con los laboratorios. Seguramente hay puntos válidos y legítimos para estar en contra de estas cláusulas, pero en este caso hubiera sido mejor tener esta pelea mucho antes y con productos menos vitales. La mala experiencia de Perú revela que las consecuencias de una pelea frontal sobre este tema con la industria farmacéutica no son teóricas, pues al parecer este país se ubicará en el último vagón del tren para el acceso a las vacunas por haber peleado este punto en las negociaciones para la adquisición de las vacunas.

Pero además de este punto que Vargas Lleras toca en su columna y que podemos llamar como una “llamada al pragmatismo”, traigo a colación otro punto, quizás más de fondo, respecto a las consecuencias inesperadas/indeseadas de la transparencia en esta situación. Como saben o pueden imaginar, los laboratorios cobran precios diferentes a los países según su nivel de ingresos. Todo el resto igual, mayores son los ingresos de los países, y mayores son los precios cobrados por los laboratorios. Escribí “Todo el resto igual”, porque por una mala (o una falta) de regulación de precios de los medicamentos, es posible observar precios más altos en un país de ingresos medios que en países de ingresos altos, como fue el caso durante varios años en Colombia  para varios medicamentos después de la desregulación de los precios entre los años 2006-2010. De igual forma si países de ingresos altos logran negociar la compra en bloque de la vacuna, es decir agrupándose, dado el incremento de su poder de negociación, pueden obtener mayores descuentos que países que negocian de manera separada. Mejor dicho, si en algunos casos se observa que países más ricos pagan menos que otros países, es por razones distintas al tema de la transparencia que abordamos acá.

Cerrando los paréntesis anteriores, esta discriminación de precios que hacen los laboratorios es justa y eficiente, y es más probable que se haga si los precios no son públicos. Justa por razones obvias, pues es deseable que países más ricos paguen más, y que países con ingresos menores, paguen menos. Eso implica que haya subsidios cruzados, donde los países caracterizados por las economías más ricas puedan asumir una mayor parte de los gastos de Investigación&Desarrollo (I&D) que enfrentan los laboratorios. Además, esta vez no tenemos una tensión entre justicia y eficiencia porque es también más eficiente. En efecto, un resultado del microeconomista Varían (1985) muestra que la discriminación de precios permite llegar a una asignación más eficiente (que una situación de no discriminación) del momento que, gracias a esta discriminación, el volumen total de transacciones se incrementa.

Si tuviéramos transparencia sobre los precios, sería mucho más difícil que se implementen estos subsidios cruzados. En efecto, sería más complicado para los laboratorios cobrar precios más altos a los países ricos si estos pueden observar precios menores para otros países. Si aún no he logrado convencerlos, una manera sencilla para entender esto es ver lo que pasa cuando se autorizan las importaciones paralelas, otra medida que pertenece a la lista larga de las falsas buenas ideas. A primera vista las importaciones paralelas suenan atractivas. Si un país puede importar medicamentos más económicos de otro país, uno puede pensar que eso obligará a las empresas a bajar los precios en su país para evitar estas importaciones. Lo que sucede, es que la respuesta estratégica de las empresas, en este caso de los laboratorios, es al revés: aumentan los precios en los países que disfrutaban inicialmente de precios más bajos para que estas importaciones paralelas no valgan la pena. Algo parecido pasaría con la transparencia: para poder cobrar unos precios más altos en los países ricos, los laboratorios estarían obligados a vender más caro en los países de menores ingresos.

La lista de las medidas de política pública que pertenecen a las “falsas buenas ideas” se debe a que, a veces, olvidamos o subestimamos la respuesta estratégica que viene del lado de la oferta. Dicho eso, no es porque los precios no son públicos que no debe existir ningún control. De hecho, una comisión de expertos, escogidos a dedo por parte del poder ejecutivo, no me parece suficiente, aun si los expertos son legítimos. Del momento que son montos importantes que son invertidos por el Gobierno para la adquisición de las vacunas, me parece que una comisión parlamentaria con congresistas elegidos deberían participar en esta supervisión. En lugar de pedir mayor transparencia, habría propuesto más bien que Colombia forme alianzas con otros países de la región para incrementar su poder de negociación al momento de comprar las vacunas.

Esquirla 1: abordaré esto en otra entrada, pero no creo que el esquema de las patentes para la protección de la propiedad intelectual sea eficiente y justo en el contexto de una pandemia. Si bien los laboratorios que invirtieron billones en I&D deben poder recuperar sus inversiones, hubo también billones públicos invertidos por parte de varios países. Por otra parte, las patentes implican una concentración de la producción en las plantas de los laboratorios que han descubierto una vacuna. Mientras que estemos enfrentando cuellos de botella al nivel de la producción, cada Estado esperando sus dosis, sería mejor poder repartir la producción en muchas más empresas y al mismo tiempo garantizar una remuneración justa a los laboratorios que han descubierto las vacunas.

Esquirla 2: sería bueno que el Gobierno no de fechas, y por ende genere falsas expectativas, si en los contratos que firmaron, como lo aclaró el Ministro de Salud Fernando Ruiz, no hay fechas precisas estipuladas. La realidad ya es suficientemente dura, no necesitamos sumarle falsas expectativas.

Esquirla 3: el Secretario de Salud de Bogotá acabó de aclarar/confesar que cuando durante el mes de abril prometían 5.000 camas de UCI en Bogotá, habían olvidado que los ventiladores no funcionan solos y que se requiere de personal calificado para su manejo (los médicos intensivistas). Da susto este tipo de equivocaciones en pleno pico de la pandemia cuando nos encontramos al tope de ocupaciones de las menos de 2.000  camas de UCI con las que cuenta actualmente la ciudad.

 

Comentarios